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José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro,Por Francisco López Vargas

Mauricio Vila ganó la elección de gobernador. Los yucatecos decidieron que era la mejor opción y la mayoría lo llevó al Palacio de la calle 61, aunque la diferencia fue menor del porcentaje de sufragios que logró Patricio Patrón Laviada en 2001, un año después de la llegada de Vicente Fox a Los Pinos.

Su victoria, hay que decirlo, tiene toda la legalidad y la fortaleza de ser un gobernador electo en una entidad que decidió, parcialmente, retirarle su apoyo a un PRI que fue el único del país que logró ser competitivo.

Sin embargo, en 2001 Patricio llegó a 355,280 sufragios contra 433,921 votos que logró Vila. Así, se ve que los votos crecieron para el PAN, pero la realidad es que Vila sólo logró un 39 por ciento de los sufragios mientras Patrón se llevo el 53.5 hace 17 años.

Habrá quien diga que la diferencia denota crecimiento, pero la realidad es que los seguidores del PAN en estos días se redujeron si se considera el crecimiento del Estado en los últimos 18 años y que muchos de los nuevos yucatecos emigraron desde otras entidades a Yucatán. También es verdad que Morena es un fenómeno que incidió en el resultado.

Vila debe entender que su candidatura no sedujo a los yucatecos como en otros momentos. Pensar que la ola de Morena es la responsable de su votación baja y que Joaquín Díaz Mena le quitó sufragios es una visión muy corta porque la realidad es que el PRI fue el único partido competitivo y si alguien le quitó votos al tricolor fue precisamente el candidato de Morena.

Sin embargo, lo anterior no le resta a Vila méritos. Él es gobernador y “haiga sido como haiga sido” y tendrá que enfrentarse a un país reconfigurado donde no será fácil ser oposición sobre todo si se llevan al cabo varios de los proyectos del nuevo gobierno federal.

Los anuncios que se han dado a conocer en la semana no dejan de ser preocupantes para la marcha del país. El nuevo gobierno quiere eliminar la figura de delegado federal y crear una coordinación federal que sería la responsable del presupuesto de la federación ejercible en cada estado. Esta figura sería algo así como un vice gobernador de facto a gusto del nuevo presidente y sería él quien aprobaría y gestionaría los recursos federales.

Como se puede ver, la pretensión es hacer un candidato fuerte para pelear las gubernaturas en cada entidad con poco margen de competencia y los recursos federales a su disposición.

El nuevo gobernador tendrá que encontrar aliados donde no los ha buscado. Tendrá que ser más tolerante a sus opositores y ser un verdadero centro de convergencia de quienes no sólo no votaron por Morena sino que tampoco están felices con su llegada a palacio.

A ello, Vila deberá sumarle el pleito interno del PAN que necesariamente lo debilitará al principio porque quienes lo eligieron candidato dejarán de mala manera la dirigencia nacional y la probabilidad de que lleguen panistas afines a la nueva dirigencia será tan viable como su capacidad para operar con los demás gobernadores del PAN y la urgencia del panismo de retomar sus principios básicos, perdidos durante la conducción de Anaya y su enfermiza obcecación por ser candidato presidencial.

En Yucatán, Vila ya no tendrá que ocuparse sólo de los priistas. Ahora, Joaquín Díaz Mena se sumará a quienes no ven con aprobación a un ganador que no respetó los acuerdos sino que lo forzó a dejar el PAN y lo envió a Morena, donde su imagen ha crecido a pesar de que en Yucatán nunca ha habido una izquierda fuerte.

Sin embargo, pareciera que muchos priistas, esos que votaron por Morena, se sumarían a ese partido sobre todo cuando las expectativas de empleo se amplían.

En la Cámara de Diputados federal tampoco habría mucha dificultad para los priistas de aliarse a Morena y en el Congreso local tampoco puede descartarse que haya entendimientos.

El otro tema es el traslado de las secretarias de Estado a diferentes entidades de la República, empezando por Yucatán con la Semarnat y Quintana Roo con Turismo. La idea, que será paulatina, brinca la oportunidad de liquidar o jubilar con anticipación a la burocracia que no desee cambiar su vida y dejar de lado a sus familiares y amigos.

La idea, que debería parecer una peculiaridad de la que se habló hace muchos años, entraña la posibilidad de dar empleo a seguidores del nuevo gobierno en posiciones de burocracia y con ello lograr ampliar su base política.

¿De qué serviría tener secretarias dispersas por todo el país si se concentra en la capital las decisiones?, ¿sería lo mismo para gente de Nuevo León o Baja California desplazarse a la Ciudad de México que a Yucatán para ver sus temas de medio ambiente y demás?

En fin. El país es otro y precisamente por ello apoyemos al nuevo gobierno de Yucatán, los electores decidieron, y si le va bien a Vila le irá bien a la entidad.

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