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Cobardía

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas

Andrés Manuel López Obrador no se mete con quienes tienen poder real: los empresarios reciben de él 120 mil millones de pesos para sus programas de capacitación y los narcotraficantes una amnistía que los ha impulsado a sumir al país en un baño de sangre.

Sin embargo, el presidente arremete contra quienes no pueden defenderse: le quita las guarderías a los niños y a sus padres, suspende los tratamientos de cáncer para los menores y para las mujeres se cancelan las revisiones de cáncer de mama y cervicouterino.

El titular del Ejecutivo expulsa de su empleo a todos aquellos que trabajan en la administración pública por contrato, sin importar los años que tenían haciéndolo, despide a burócratas en aras de una austeridad, reduce presupuestos a investigadores y científicos y daña a todos sin consideraciones legales ni de justicia.

El mandatario habla de combatir la corrupción, pero hasta hoy las persecuciones contra ex funcionarios se reduce al escándalo Lozoya en un acto que pareciera sólo para taparle el ojo al macho.

Los hechos, detallan que el presidente no sólo no ataca ni se opone a quienes tienen un poder real sino que se doblega ante ellos: así pasó con los inversionistas del nuevo aeropuerto de Texcoco a quienes nombró sus asesores, así ha pasado con políticos priistas que se suman a su causa y así está pasando con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

En el camino, la oposición en México pareciera no reaccionar, no entender que si no se mueven desaparecen y entre sus militantes no surgen personajes que lideren los tiempos de crisis nacional que hoy padecemos.

El PRI perdido en su renovación de dirigencia, el PAN reducido por un Comité Ejecutivo Nacional que no reacciona ni con sus triunfos, un PRD desangrándose y pagando caro el que hayan defenestrado a sus mejores cuadros por ese complejo de mediocridad de sólo tener una franquicia para pagar los lujos, los gustos…

Los demás, tratando de sacar raja del autoritario, para no enojarlo, para no perder canonjías, para no perder prerrogativas, esas que se ganan con votos en las urnas, esos que se logran mejor si se alían con el poderoso en turno.

Y todo ante una sociedad que viendo los errores prefieren encerrarse en su casa antes de ir a votar y sudar en la cola, pelearse en la casilla por el respeto al voto o siquiera evitar desde la directiva de la mesa de votación la perversión del sufragio. Hasta 82 por ciento de abstención en lugares como Quintana Roo, 70 por ciento en promedio en los últimos comicios.

¿Tenemos el gobierno que merecemos?, ¿tenemos el gobierno que nos han dado otros?, ¿tenemos el gobierno que no nos convenció ni para votar en contra?

La cobardía presidencial es parte de la cobardía de la ciudadanía: no hacer enojar al que tiene poder real y precisamente por esa cobardía quienes tienen poder lo usan para lesionar a los mexicanos, a los medrosos que no pueden levantar la voz precisamente para pasar agachados, para que nadie los voltee a ver y no pierdan canonjías y privilegios.

De eso se aprovechó el poder del pasado, de eso se aprovecha el poder del presente, de eso se aprovechan los narcos y los secuestradores. De eso se aprovechan: los buenos somos más, pero no hacemos nada porque tenemos miedo de que nos alcancen los daños, los perjuicios…

Y mientras tenemos un gobierno que se mete con niños y con mujeres, que le cancela recursos a la investigación y a la ciencia, que despide violentando la ley laboral, que le limita los recursos a la salud, tenemos una sociedad que aplaude porque no somos capaces de hacer el bien al prójimo próximo.

Y apenas van seis meses… pero el gobierno ya vulneró la fortaleza económica del país, la fortaleza de la protesta de la sociedad civil, la fortaleza hasta de quienes siempre han sido los faros de la sociedad.

¿Qué necesitamos para gritar? Necesitamos que alguien nos explique por qué hoy ya debemos más de 6 mil pesos cada mexicano como consecuencia de las decisiones equivocadas desde el poder, cómo nos afecta en la vida diaria la inestabilidad económica, como nos cuesta más la deuda externa que crece en manos de quien dijo que no se endeudaría.

Vemos la tormenta, pero nos conformamos con tener paraguas e impermeables.
La mediocridad se caracteriza por vivir sin tomar decisiones, por vivir en la conformidad, sin aspiraciones, sin querer arriesgar, por querer la vida de otros y molestarnos por el éxito de otros.

¿Hasta cuándo viviremos viendo el árbol y no el bosque?
O despertamos o el gobierno de López Obrador nos llevará a un retroceso que vaya que nos costará remontar, pero a eso ya estamos acostumbrados, así hemos vivido. Sin embargo, no vale la pena cambiar y no para estar peor.

No tengamos miedo, no seamos cobardes: al poder se le enfrenta. No nos dobleguemos como hizo López Obrador frente a Trump. Acreditémosles que podemos vernos de frente y negociar temas que nos beneficien a ambos.

A los abusadores se les encara, no se les soporta. No seamos cobardes.

José Francisco Lopez Vargas
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