Por: Alonso Ronald Ortiz García / @RonaldOrtizG
Con el comienzo del periodo electoral nos enfrentamos nuevamente a la pregunta de ¿por quién votar? Pero hay que entender que este cuestionamiento es un poco más complejo de lo que pensamos pues en realidad deberíamos preguntarnos: ¿cómo debe ser quién nos gobierne?
Es una pregunta clásica de la política y las respuestas se han ensayado a lo largo de la historia. En clases hago un ejercicio con mis alumnos que hoy quisiera compartir: les proyecto la imagen de un mural denominado “Alegoría del Buen y Mal Gobierno”.
La obra en cuestión fue hecha en el medievo, poco antes de iniciar el Renacimiento, sus autores, los hermanos Lorenzetti, lo pintaron en las cuatro paredes del Palacio Público de Siena; fue una de las primeras obras pictográficas con temas profanos y que trataron- nada más ni nada menos- de dar respuesta a la pregunta que le otorgó autonomía disciplinar a la política: ¿cuáles son las características de un buen gobernante?
Así, la figura más relevante del mural la constituye la personificación del Buen Gobierno, una persona de edad sentada en el trono y rodeada de los siguientes atributos: prudencia, magnanimidad, templanza, justicia, fortaleza, sabiduría y paz.
En el otro extremo nos daremos cuenta de que se encuentra la personificación de la Justicia, esta vez no como atributo si no como poder: la figura clásica de una mujer con la balanza. A sus pies se encuentra la Concordia: sostiene simbólicamente una cuerda que ata a los consejeros de la ciudad. Es decir, el buen gobierno tiene como base la concepción de la Justicia y el bien común por sobre el interés privado.
Si lo traemos a la actualidad, el mural es un recordatorio de las características personales que debemos encontrar (o no) en los candidatos y que pueden influir en nuestra decisión. Podemos hacer un cuestionario con preguntas relativas a cada valor para luego hurgar en plataformas, discursos y propuestas intentando encontrar la mejor opción. El ejercicio terminaría siendo más o menos así:
Prudencia: ¿sus propuestas son viables desde el punto de vista financiero?, ¿sostenibles y basadas en resultados?, o ¿son simplemente ocurrencias?
Magnanimidad: ¿se ha preparado para los golpes de fortuna adversos?, ¿se entregará a sus responsabilidades anteponiendo sus intereses al bien común?
Templanza: ¿vive conforme a sus ingresos o tiene un estilo de vida excesivo?, en su trayectoria ¿ha actuado con moderación?
Justicia: ¿ha realizado un ejercicio del poder ético?, ¿ha afrontado los problemas de forma justa, respetando la verdad y dando a cada quien lo que le corresponde?
Fortaleza: ¿ha tomado decisiones de forma valiente?, ¿entiende el principio de pesos y contrapesos?
Sabiduría: ¿está dispuesto a apoyarse “en hombros de gigantes para ver más lejos”?, ¿estudia y se asesora?, ¿con quienes piensa gobernar?
Paz: ¿cómo promoverá la paz?, ¿cuál es su posición con respecto a la aplicación de la ley?
En otra pared del mural se muestran los efectos del Buen Gobierno en la ciudad: unos mercaderes transitando seguros, una fiesta popular y personas trabajando. Cada imagen evoca un resultado: seguridad, alegría y prosperidad.
Estas y otras preguntas podríamos hacer a quienes aspiran a gobernarnos. Los ciudadanos reclamamos un perfil humano que conozca y asuma las grandes transformaciones que México necesita, sin ocurrencias, sin soluciones simplistas o falsas. Hoy exigimos perfiles que tengan capacidad de autocrítica y que se identifiquen con las profundas demandas y aspiraciones de los ciudadanos…siguen siendo las mismas: seguridad, alegría y prosperidad. Nuestro voto bien vale estas preguntas, nos estamos jugando el futuro.