Por: Cristina Padín.
Cuando cayó la tarde llovía en Madrid. Mayo y sus bromas climatológicas. Y los treinta críos que deseaban decir hola a junio.. niños y niñas ávidos de verano y de vacaciones y de olas y de aventuras se comían los últimos bocados de la tarta. Era de avellana y de piña, la favorita de E. E cumplía siete maravillosos años. Una edad perfecta…
Y a su madre se le ocurrió el juego. Ya habían cantado, E había abierto los regalos, habían pintado una máscara, bailando al son de linda música, jugado en los columpios. Ahora dirían palabras importantes que comenzaran por E.
Y muchos dijeron el nombre de la niña. Elia! Y, sí, era importante. Precioso. La mitad del nombre de su tía gallega: Amelia. Alguien dijo educación. Qué fundamental. Para no insultar, poder pasarlo bien, compartir. La mamá dijo empatía, y lo explicó. La capacidad para entender que un niño recién llegado de Rusia necesita ayuda. Lo que E siempre supo…
Y así continuó la fiesta de cumpleaños. Hubo globos y helado de mango. Y dijeron esperanza, qué maravilla: la fe, los anhelos, lo que ilusiona. Y España: bella y diferente y culta y viva… y era un 25 de mayo excelente!
Y la mamá de E no era treintañera, y eso era estupendo; y la de J no llegaba a los 20, y todo en orden; y E vivía con mamá y papá y eso era fabuloso, y R únicamente con su madre, algo genial! Respeto y empatía…
Para E, y sus divinos siete años, y para su mamá
Para la educación y para la empatía
Para los niños que son educados en la sensibilidad y
la nobleza. Fuera odios!
Para mi querido Luis
Para mi amigo JC
Para M, al que tal vez vea hoy, para B, al que tal vez
vea hoy
Para valientes. Suerte!
Para mi mago, que torea mañana
Para la esperanza
