La Revista

Conchita Antuñano, una voz de Yucatán por los escenarios del bel canto del mundo

Ariel Aviles Marin
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Por: Ariel Avilés Marín.

En mayo de 1976, la Asociación
Artística “Gustavo Río” llevó a cabo en el Teatro Ferrocarrilero un homenaje al
poeta Alfredo Aguilar Alfaro, en ese evento se marca el retorno a Yucatán de
una gran artista del Bel Canto que había marchado a otras tierras por muchos
años, y que retornaba triunfalmente, pues había llegado a alturas
insospechadas, y había paseado su arte por escenarios no pisados antes por
ningún yucateco, y por muy pocos mexicanos. Conchita Antuñano, la joven, casi
niña, que había salido del terruño para probar suerte en otros lares, regresaba
como una soprano consumada, y acudía gustosa para patentizar su amor y su
admiración a quien había sido siempre un impulso en su vida artística, el gran
poeta yucateco, Alfredo Aguilar Alfaro. La inolvidable noche, en el Teatro
Ferrocarrilero, se iluminó con la voz privilegiada de Conchita, quien conquistó
al público que, materialmente, abarrotó el recinto y le brindó clamorosa
ovación que premió su brillante actuación. De esta memorable noche, tengo muy
bien grabados los recuerdos, pues tuve el privilegio de conducir el programa,
alternando en esta tarea con Don Anselmo Castillo Ojeda, el inolvidable
“Chelmi”.

El programa del concierto de
Conchita Antuñano, estuvo muy bien equilibrado; la primera parte estuvo
compuesta por selectas arias de óperas de los autores más gustados del género. El
público estalló en una gran y prolongada ovación, al interpretar Conchita
“Casta Diva”, de la ópera “Norma”, de Bellini, lo cual se repitió en las arias
de óperas de Wagner. La segunda parte del programa contuvo romanzas y pasos de
gustadas zarzuelas y canciones españolas y napolitanas. Un número de esta parte
del programa se robó el corazón del público, y desde entonces, hasta ahora, se
lo piden a Conchita cada vez que actúa en Mérida: “El Molondrón”, canción
lírica de Fernando Obradors. En la tercera parte del programa, Conchita paseo
su voz por lo más granado de la canción yucateca, la trova tradicional encontró
en ella una intérprete del más alto nivel. Llegó el momento esperado de la
noche, el punto culminante del homenaje al poeta. Con un silencio
impresionante, casi con reverencia se puede decir, el respetable escuchó “Ojos
Tristes”, canción en tiempo de clave, con letra de Aguilar Alfaro, y música de
Guty Cárdenas, canción que resultara ganadora en el concurso La Fiesta de la
Canción, organizado por el Teatro Iris en 1928. Al terminar de cantar Conchita,
el teatro se cae en cerrada, sonora y larga ovación que encabezan el propio
poeta Aguilar Alfaro y su tío, el Profr. Remigio Aguilar Sosa. Noche
inolvidable, grabada en la memoria de la vida cultural de Yucatán.

Después de ese retorno triunfal,
luego de su prolongada ausencia del terruño, Conchita se hizo presente muchas
veces, en noches de concierto, ya en nuestro máximo coso de la cultura, el
Teatro Peón Contreras, en cuya temporada de reinauguración, participa
acompañada por la Sinfónica de Yucatán, dirigida entonces por Antonio Cabrero.
Muchas noches del Peón Contreras, fueron iluminadas por la privilegiada voz de
Conchita Antuñano, siempre en forma brillante y destacada. Y siempre, en cada
presentación, el respetable no le dejaba terminar la noche sin pedir,
materialmente exigir, como ancore, El Molondrón. Exigencia que, Conchita
siempre ha complacido con gran entusiasmo. La voz de Conchita, yucateca
distinguida por antonomasia, ha sonado en grandes escenarios del Bel Canto, ha
alternado con grandes figuras del género, como Plácido Domingo, con quien
incluso ha grabado una ópera completa: “Iris” de Pietro Mascagni. Nuestra
distinguida coterránea lleva ya más de cinco décadas de triunfal carrera por
los más grandes escenarios de la ópera en el mundo, y es justo hacerle un
reconocimiento en esta, la tierra que la vio nacer.

María Concepción Sánchez-Antuñano
y Aguilar, es hija de otro yucateco distinguido, Don Agustín Sánchez-Antuñano,
quien es el padre del deporte más emblemático de México, en Yucatán, la
charrería; además, es autor de un valioso libro, muy completo, sobre otro
deporte, la cetrería. Su tatarabuelo, fue también un célebre personaje de
México, durante el porfiriato, Esteban de Antuñano, considerado como el padre
de la economía y la industria nacional. Su inquietud por llegar a ser una
figura en el canto, la lleva a salir de Yucatán para cursar estudios en CDMX.
Muy joven, debuta en el Palacio de Bellas Artes, en la ópera “Carmen” de George
Bizet. Luego, marcha a los Estados Unidos y su talento le abre las puertas de
las dos grandes catedrales de la ópera en ese país: El Metropólitan Ópera House
y el Carnegie Hall. Donde participa en la puesta de innumerables óperas y
también ofrece conciertos en forma individual. Su trayectoria la va llevando a
especializarse en autores como Wagner, de cuyas dificilísimas arias es una
intérprete magistral. Uno de sus más sonados conciertos, se llevó a cabo en
1978, en el Carnegie Recital Hall, acompañada de la destacada pianista Margo
Garrett. En el campo de la música española, la trayectoria de Conchita la ha
hecho una gran intérprete de autores como Enrique Granados y Fernando Obradors.
De este último autor, otro gran éxito de Conchita, es su interpretación de la
romanza “Del Cabello más Sutil”.

Hay yucatecos que van por el
mundo, andando los caminos del arte y la cultura; estos distinguidos hijos de
Yucatán, son quienes han llevado el nombre de su tierra por increíbles lugares
del mundo. Podemos decir sin temor a equivocarnos, que hay yucatecos
universales, entre ellos sin lugar a dudas, podemos mencionar a Silvio Zavala,
a Armando Manzanero, a Jorge Ignacio Rubio Mañé; a estos nombres se ha de
agregar con toda justicia, el de Conchita Antuñano, pues ha pisado los
escenarios más importantes del Bel Canto en el mundo. Ella es María Concepción
Sánchez-Antuñano Aguilar, pero ha brillado por el mundo de la ópera con su
sencillo nombre artístico: Conchita Antuñano, así hemos de recordar siempre a
esta yucateca universal. La figura de Conchita en nuestros escenarios, siempre
traerá a la memoria las coplas que dicen así: “¡Molo, molondrón, molondrón,
molondrero, eeero!”

Ariel Aviles Marin
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