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Confesiones

Guillermo Vazquez Handall
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Por Guillermo Vázquez Handall

Con el inicio de la campaña política formal en busca del voto ciudadano se da paso a la última etapa del proceso sucesorio por la gubernatura de Quintana Roo, en un escenario que resulta muy interesante, podría decirse incluso que inédito.

Lo es porque independientemente de que la elección sea de carácter estatal y que en ella confluyen las de presidentes municipales y diputados locales, la influencia del tema regional hace deducir que las batallas se concentrarán en el ámbito municipal.

Esto quiere decir que en el análisis, de acuerdo al peso especifico de cada una de las tres propuestas, las preferencias se dividirán territorialmente y que será una lucha de equilibrios.

En ese rango se puede esperar que todas obtengan triunfos parciales, que ninguna consiga predominar del todo y que la que alcance el mejor promedio, en el prorrateo gane la gubernatura.

El PRI es el único partido que por el tamaño y eficiencia de su estructura electoral puede aspirar a tener una votación copiosa en todos en los municipios. Morena, por su parte, tiene su bastión fundamentalmente en la ciudad de Cancún y la coalición del PAN y el PRD apuesta por prevalecer en el sur del estado.

Desde este punto de vista, suponiendo que el PRI en su peor escenario no ganara más que la mitad de las presidencias municipales, si ese fuera el caso, si mantiene al menos la perspectiva de quedar en segundo lugar en la votación para gobernador en cada alcaldía, tendrá un margen más que suficiente para mantener el poder estatal.

Al interior del Revolucionario Institucional la principal fuerza política de la entidad ha quedado atrás la prolongada y compleja competencia interna. Los grupos que lo conforman finalmente se suman mayoritariamente en torno de su candidato Mauricio Góngora.
Esto se debe en gran medida, a pesar de las especulaciones respecto de posibles escisiones, al acuerdo entre el propio Góngora Escalante y el diputado federal José Luis Toledo.

Lo anterior porque el pacto establecido entre ambos garantiza el trabajo de toda la estructura operativa y de promoción hacia el mismo propósito, gracias a que Mauricio Góngora tuvo la sensibilidad y el tino de reconocer la importancia que implica la necesaria participación de Toledo Medina.

Con este tipo de compromisos signados públicamente, el PRI y Mauricio Góngora logran reunir una presencia suficiente para poder preponderar en la contienda regional.

Sin embargo, eso no limita que sus rivales tengan una posibilidad real de hacerse de posiciones importantes. El mejor ejemplo de ello se observa precisamente en la contienda por la presidencia municipal de Cancún.

Además de que en esa ciudad se concentra el voto duro de Morena, la debilidad individual manifiesta del candidato de la alianza PRI-PVEM-Panal, Remberto Estrada, vislumbra una ventaja inicial para Morena.

Con la división de la izquierda, al menos en Quintana Roo y particularmente en Cancún, quien heredó la militancia fue Morena, partido que de hecho concentra el doble de la intención del voto que los panistas y perredistas juntos.

Eso sin dejar de lado que Remberto Estrada no es priista, es verde ecologista y eso es un factor clave en su contra, más aún si la tendencia del voto se mantiene en bloque y no se cruza o diferencia.

De ser así, se podría pronosticar que si Morena se alza en el norte, mientras que el PAN y el PRD lo hacen en el sur, el promedio general le da al PRI una supremacía materialmente imposible de vencer.
La coalición del PAN y el PRD está actualmente muy limitada en la ciudad más grande de Quintana Roo, lo que ha derivado que sus esfuerzos se dirijan a los municipios sureños.

Si bien es cierto que el candidato de esta conformación, Carlos Joaquín, goza de cierta notoriedad en ese territorio, también lo es que por el espectro de votación del sur, con eso no le alcanza, sobre todo porque esa popularidad es eventual, no depende de una simpatía ni genuina, ni generalizada.

La oferta rupturista de Carlos Joaquín carece de fondo, se limita únicamente a aprovechar los enconos, por ello su convocatoria es parcial. Para la gran mayoría sólo representa una facción más del mismo priismo, no enarbola una bandera oposicionista ni justificada, ni mucho menos legítima.

La división natural al interior del panismo y el perredismo se evidencia al conjuntarse en una alianza que tiene más influjo mediático que práctico; no se trata nada mas de un criterio que se relacione con la identidad, lo es en materia operacional, muy por debajo de la expectativa.

Visto así, en este panorama lo que se contempla es una clara segmentación de presencias y fuerzas, y eso sin duda a quien beneficia por mucho es al priismo, que en todo caso de lo que tendrá que preocuparse, como ya apuntábamos, es de la competencia por las presidencias municipales y las diputaciones locales.

En ese apartado es en donde se anticipa una fragmentación de fuerzas, donde los intereses e influencias jugarán un papel con una mayor tendencia local, lo que hace suponer que la conformación del poder en Quintana Roo en el próximo sexenio será completamente diferente a la tradicional: equilibrada e inédita.

Twitter@vazquezhandall

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