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Confesiones

Guillermo Vazquez Handall
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Por Guillermo Vázquez Handall / twitter@vazquezhandall

De acuerdo con datos del INE, en los comicios presidenciales del 2018, se calcula que alrededor del 45 por ciento de los ciudadanos con derecho a voto habría nacido entre 1985 y el año dos mil.

A este segmento generacional se le ha denominado los millenials, más allá de su sola clasificación, el concepto obedece además del período en el que se les relaciona, con características muy particulares de identificación.

Esas tipologías representan una transformación en la forma de pensar y actuar, que significan un cambio que necesariamente será impulsado por otro esquema de prioridades, diferentes a las que tradicionalmente han prevalecido.

El asunto es que los millenials tendrán una fuerza representativa gigantesca, que inclusive podría llegar a ser definitoria, es decir, que una parte importantísima de la determinación no sólo de quien será nuestro próximo mandatario, sino del modelo de gobierno de nuestro futuro, recaerá en ellos.

Si bien es cierto que no existe una definición absoluta respecto de su formación, ideología e intereses, muchos especialistas coinciden en señalar que los rasgos fundamentales de los millenials obedecen a los siguientes parámetros:

Sus padres los hemos educado en la sobreprotección, con demasiados derechos y muy pocas responsabilidades, eso los ha hecho indisciplinados, lo que ha derivado en que su carácter tienda a ponderar una suerte de ley del menor esfuerzo.

Este fenómeno ha favorecido su bipolaridad, porque por un lado asumen un alto grado de autoconfianza, pero sin que eso implique tener que realizar algún sacrificio.

Como lo han tenido casi todo de manera fácil y hasta en abundancia, su ambición se orienta a creer que son merecedores de todas las atenciones, que poseen un talento superior y que eso resolverá todas sus necesidades.

Sin embargo, su formación integral es realmente escasa, lo que limita considerablemente su plano ideológico, situación que conlleva considerablemente a la improvisación.

Tomando en consideración estos argumentos, desde nuestro particular punto de vista, el problema radica en que adolecen de compromisos, son muy poco solidarios e individualistas.

Da la impresión que su prioridad es difundirse a si mismos, pero que realmente no tienen interés en los demás, una forma de materialismo que va más allá del simple aspecto económico.

Como parte de una tendencia colectiva, se inclinan a querer trastocar un sistema que si bien ha sido muy generoso con ellos, de alguna manera representa un modelo que no les satisface.

Pero la realidad es que eso sólo es un comportamiento de autodefensa, porque no soportan el rechazo de un método de convivencia donde lo más importante es sobresalir socialmente, aunque eso no suponga que sea por virtudes o valores.

Esa intolerancia a la autoridad, esconde un alto grado de frustración, tal vez porque el aspecto más complejo de su escenario, es que esta generación está en medio de dos etapas.

El final de una, que se caracterizó por la obtención del beneficio a través del trabajo y otra nueva que no termina por estipular la forma más correcta de conseguir la superación.

No se puede dejar de lado que el concepto mismo del éxito, de la superioridad, está en proceso de ajuste para reordenar nuestra escala de valores, un punto de inflexión que bien a bien nadie tiene claro todavía.

De acuerdo con estos conceptos, resulta sumamente peligroso que un colectivo desinteresado de su entorno no se manifieste en las urnas o que lo haga solamente para escoger opciones rupturistas por el hecho de que eso supone una rebeldía que es común en la juventud y en todo caso, y en atención de las características antes descritas, una apuesta por regímenes populistas, ya sea de derecha o izquierda, que finalmente proponen básicamente lo mismo.

La solución de los problemas mediante propuestas en las cuales el estado es quien resuelve todo, aunque las mismas sean imposibles de cumplir y como está comprobado terminen por acrecentar el deterioro de las condiciones económicas y sociales.

El riesgo está en que el populismo se escuda y esconde en un paternalismo, similar al que vivimos en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, que a ellos les puede sonar bien, primero porque el legado histórico le es desconocido y porque están acostumbrados a que alguien más haga las cosas por ellos.

Como parte del análisis, la crítica mas allá de pretender un sentido peyorativo, lo que busca es concientizar a todos aquellos que hemos educado millenials, para hacer un mayúsculo esfuerzo de explicación y reorientación, de concientización.

Empezar por ser nosotros, quienes reconozcamos que cometimos un error, esperando que todavía estemos a tiempo de remediarlo, por lo menos y eso sería un verdadero triunfo, hacerlos conscientes de que su futuro y por ende parte del nuestro está en sus manos.

Guillermo Vazquez Handall
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