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Confesiones

Guillermo Vazquez Handall
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Por Guillermo Vazquez Handall
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De acuerdo con el panorama político electoral para este año que inicia se llevarán a cabo tres elecciones para elegir gobernador en los estados de México, Coahuila y Nayarit.
Para el Partido Revolucionario Institucional, los comicios en el Estado de México son de estos tres, los que por mucho acaparan la mayor atención, no solo porque se trata de la entidad con el mayor padrón de votantes del país, lo que la coloca como el referente más importante de cara a la sucesión presidencial. Sino también por ser su bastión por antonomasia, para ese partido resulta fundamental mantener el poder en ese territorio, aun a reserva de lo que suceda finalmente en el 2018.
La perspectiva del priismo depende en gran medida de lo que acontezca en el Estado de México, es pues un asunto de sobrevivencia efectiva, sobre todo considerando que la gran mayoría de los pronósticos, coinciden en que le será sumamente complicado retener la presidencia de la República.
Al retornar al gobierno federal después de doce años, el PRI no fue capaz de consolidar la expectativa que se esperaba de su desempeño, los señalamientos de corrupción y un pésimo manejo de la comunicación oficial, básicamente respecto de decisiones ejecutivas polémicas, lo confrontan a un rechazo casi colectivo.
Ante la eventualidad de que ese presagio llegara a suceder, si el PRI es vencido, como marca sufriría un revés todavía más catastrófico del que conllevó la derrota del año dos mil.
Una segunda alternancia, independientemente de su valor democrático y sin importar qué fuerza política alcanzará la supremacía electiva situaría al PRI en una posición en la que el juicio social lo remitiría materialmente a un proceso de extinción, al menos de como lo reconocemos actualmente.
Porque sin descontar que su tamaño e influencia actuales, le podrían permitir conservar muchas gubernaturas y un elevado número de curules y escaños en las cámaras de diputados y senadores, tal vez hasta con mayoría simple en alguna de ellas, su peso especifico no solo se reduciría, a partir de ese momento cambiaría en mayor detrimento a la baja.
Lo que supondría la necesidad de una suerte de refundación, tan profunda que incluso tendría que llegar al grado de modificar sus siglas, estatutos y propuesta ideología, a reserva claro está, de que esa transformación implicara necesariamente una depuración de sus dirigentes y figuras.
Precisamente por ello, para el priismo, el triunfo en el Estado de México va mas allá de la mera cuestión estadística, lo es en un sentido estratégico, de emergencia, ya que ante el peor escenario, la reconstrucción empezaría y se dirigiría desde el palacio de gobierno de Toluca.
Esta situación ha obligado a concentrar todos los recursos políticos y económicos del régimen en esa elección, no queda margen de maniobra posible.
Es por ello que ha tenido que ser el actual gobernador Eruviel Ávila, quien personalmente esté operando que no se alcance una alianza entre Acción Nacional y el PRD, aun a pesar de sus propias diferencias, que de suyo hacían difícil lograrla.
Que el proceso de selección de quien resulte ser el ungido para la postulación a la gubernatura, se maneje con tanto cuidado y esmero, pero que sobre todo, que sea quien sea el beneficiado, se consiga mantener unidos a los grupos de poder locales en torno no solo del candidato, sino del principio fundamental de cohesión.
Desde un punto de vista práctico, lo más probable es que por los antecedentes del comportamiento, experiencia, capacidad y disciplina de la clase política priista mexiquense, el objetivo esté al alcance de la mano.
Es decir que, considerando el escenario de manera global, lo que implica la importancia no nada más en el ámbito regional, incluyendo el factor nacional que explicábamos al principio, la elección a gobernador del Estado de México, sea la más eficiente de toda la historia del Revolucionario Institucional.
Sin embargo, como apuntábamos, para el PRI ganar el Estado de México no garantiza hacerlo en simultáneo por la Presidencia de la República el año entrante, en todo caso significaría mantener una posición privilegiada de sobrevivencia de cara al futuro inmediato.
A pesar de la importancia trascendental de la elección en suelo mexiquense, sin mediar diferencias por el tamaño de sus padrones o su relevancia económica y política, en los otros dos frentes de competencia, Nayarit y Coahuila existen marcados contrastes.
Al grado de que la compleja situación que se desarrolla en Coahuila, ya ha encendido todas las alarmas, generando una preocupación que tiene tintes de capitulación.
El asunto resulta tan interesante que por ello dedicaremos la columna de la próxima semana, para analizar puntualmente la situación de Nayarit y el dilema coahuilense con todas sus aristas.

Guillermo Vazquez Handall
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