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Confesiones

Guillermo Vazquez Handall
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Mi decisión no está tomada: José Narro.

Por: Guillermo vazquez Handall.

Las proyecciones, pero
sobre todo el ánimo social reinante en casi toda la geografía nacional, llevó
irremediablemente al presidente Peña Nieto a reconocer desde hace varios meses,
al menos en la intimidad de su despacho en Los Pinos, la gran posibilidad de
que su partido no podrá retener el poder en la siguiente elección.

El asunto es que esos
mismos pronósticos, sustentados tanto en números como en percepciones, le
representan la certeza de los dos peores escenarios posibles: la derrota del
Revolucionario Institucional en 2018 y en contraparte un eventual triunfo de
Andrés Manuel López Obrador.

Ante esta disyuntiva,
los escenarios de acción se le redujeron a un margen de maniobra muy estrecho,
tanto en la consideración del tiempo restante para los comicios, como en la
viabilidad de llevar al cabo una estrategia para contrarrestar la imagen
negativa de su gobierno.

Determinar en simultáneo
quienes podrían ser los aspirantes presidenciales de su partido, que por lo
menos consiguieran ser competitivos, y finalmente cuál tendría que ser la
actitud oficial respecto de López Obrador.

En todos los casos de
análisis el resultado fue el mismo, no hay tiempo para modificar situaciones
políticas y conductas que reposicionen al PRI, toda vez que como marca está
completamente agotada.

Por otro lado, adoptar
una posición contraria a López Obrador, sólo terminaría por victimizar más al
tabasqueño, quien ha sabido aprovechar perfectamente esa condición.

Como conclusión del
diagnóstico, entendiendo las enormes limitaciones operacionales, la única
alternativa sino viable al menos digna de intentarse, tendrá que implicar la
destrucción total del paradigma tradicional priista.

Sobre todo si tomamos
en cuenta que el precandidato de su partido mejor evaluado en los sondeos es el
secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, porque eso sólo le
alcanzaría para ocupar el tercer lugar en la votación.

Por lo tanto,
materialmente con todo por perder y nada que ganar, sólo restaba hacer algo
fuera de lo común, aun y cuando eso fuera completamente opuesto a las normas de
la legendaria ortodoxia priista.

Desde esta perspectiva,
el primer intento en ese sentido, fue promover a José Antonio Meade, en ese
momento recién nombrado secretario de Hacienda, como precandidato presidencial.

Partiendo de la base de
que Meade reunía una serie de características muy favorables para convertirlo
en un candidato, si bien fuera de lo común, con grandes expectativas de
crecimiento, sobre todo con el uso de las herramientas publicitarias adecuadas.

De hecho, desde que su
nombre se puso sobre la mesa, se observó una corriente positiva en su favor,
que fue ganando adhesiones que hacían vislumbrar que la intención era la
correcta.

Sin embargo, el anuncio
del gasolinazo en los primeros días del año y los subsecuentes efectos
negativos que causó en el ánimo social, limitan mucho esa posibilidad.  

A pesar de esta
circunstancia, permanece la idea de que la estrategia es la adecuada, y que en
todo caso ante la eventualidad de los hechos recientes, lo que procedía era
acompañar a Meade, con otro elemento de similares atributos.

Esto derivó en que el
secretario de Salud, José Narro Robles, fuera incluido en la lista, razón por
la cual desde hace unos días se menciona con insistencia, que el doctor Narro
es oficialmente aspirante a la postulación.

José Narro es sin duda
un profesional muy destacado en los diversos campos en los que se ha
desempeñado, fundamentalmente en el sector académico y de la salud.

Le precede una imagen
de eficiencia, pero sobre todo de honorabilidad, en sus antecedentes, no existe
un solo argumento en su contra relacionado con algún escandalo personal o de
corrupción.

Además de ello hay que
ponderar su vasta experiencia, moderación, sus buenas maneras y actitudes, un
talante personal que incluso a pesar de su seriedad, genera simpatía.

No cabe duda que en
otras condiciones, José Narro no sólo podría llegar a ser un muy buen
candidato, seguramente también un excelente presidente; lamentablemente, esa
valoración no parece ser suficiente, porque aun y cuando todos sus atributos
individuales le otorgan un margen bastante amplio y favorable, el problema
infranqueable que tendría que afrontar sería precisamente ser candidato de un
partido, que hoy es el que genera el mayor rechazo.

Suponiendo que desde Los
Pinos se valora la posibilidad desde un punto de vista literalmente de
contingencia, no se puede descartar que el doctor Narro pueda terminar siendo
nominado a la Presidencia.

Al menos él mismo no lo
ha negado, ante pregunta expresa en un programa radiofónico, su respuesta a
pesar de parecer ambigua conlleva un método de lenguaje que en el priismo es
una aceptación tácita: “Mi decisión aún no está tomada, habrá que esperar los
tiempos”.

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