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Confesiones

Guillermo Vazquez Handall
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Por Guillermo Vázquez Handall

La elección de Alejandra Barrales como presidenta del PRD resulta, por muy diversas razones, la designación más interesante de ese partido en mucho tiempo.
Barrales no participa o milita formalmente en ninguna de las corrientes o tribus de ese partido lo que supone que eso, que antes era una desventaja, ahora ya no lo es tanto, como se demostró con el acuerdo y el consenso para lograr su nombramiento.
Sin embargo, esta eventual unidad, que le otorga un muy buen margen de maniobra al inicio de su gestión, no puede ser una garantía permanente, porque en cuanto algo esté en disputa, los bandos, como siempre sucede, querrán imponer condiciones para su beneficio.
Aunque no se puede negar la relación tan cercana que une a Alejandra Barrales con Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno de la Ciudad de México -hasta hace apenas unos días su colaboradora y en su momento, además de política, también lo fue en el plano sentimental-, esto no infiere por descontado el surgimiento de otra tribu, pero si una especie de bloque.
Mancera, sin ser dueño del partido, es hoy su figura más importante, su influencia es muy notoria y eso tuvo mucho que ver para la elección de Barrales.
Esta circunstancia favorece el que la gestión de Barrales no esté maniatada por compromisos con los diversos grupos que conviven o más bien sobreviven en el PRD, pero también lo es que hoy la principal discusión en el seno del perredismo se refiere a la posibilidad de la construcción de alianzas electorales.
Esto es un elemento que por su propia naturaleza va a confrontar intereses tanto en lo interno, como en la relación con las fuerzas con las que eventualmente se pudiera plantear coalición electoral.
En principio, con el PAN de cara a la candidatura por la gubernatura del Estado de México y posteriormente para la presidencia de la República, aunque ese momento ya no le corresponderá a Barrales, toda vez que su encargo partidista concluirá antes, en el 2017.
Aun así, la definición de la ruta y las propuestas están ya en curso, por lo tanto Barrales tendrá mucha influencia en los pasos y los acuerdos a seguir en lo inmediato.
En ese sentido, su principal tarea será la de reposicionar a su partido en la negociación de ese escenario, sobre todo para lograr un arreglo que le sea conveniente, porque en las condiciones actuales el PRD por sí solo no representa opción de triunfo.
Pero por otro lado, a pesar de su debilitamiento electoral, los puntos que el PRD puede aportar -cuantos sean-, serán un gran atractivo que pueden marcar diferencia en la competencia, sin hacer de lado que en términos reales al PRD las alianzas con el PAN no le han resultado todo lo lucrativas que se pudiera pensar, porque cuando han logrado alcanzar triunfos a la hora de repartir los espacios, les han entregado posiciones menores.
Precisamente por ello, el reto de Alejandra Barrales será tratar de obtener más, vender muy caros los puntos porcentuales de votación que el PRD puede aportar, por ello no es causal que desde su unción en la presidencia del partido, se ha manifestado a favor de explorar y ampliar sus opciones.
La ventaja que Alejandra Barrales tendrá, independientemente del seductor encanto que simboliza para cualquier fuerza tener de aliado al PRD, augurando que la contienda presidencial será muy cerrada, es su perfil.
Esto va a provocar el interés colectivo, llamará fuertemente la atención, por su condición de género, por su edad, que de alguna manera se equipara con las de los presidentes del PAN y El PRI, lo cual por tanto ya no supone ventaja para ninguno.
Esta suma de elementos y la capacidad personal de Barrales en materia de comunicación e impacto mediático, le va a servir para sentarse a la mesa con Anaya y Ochoa Reza, para debatir o negociar según sea el caso, en condición de iguales, aun y cuando en la medición de sus respectivas fuerzas electorales no sea así.
Como la sensación se parece mucho a la realidad, o al menos así se puede percibir en términos de presencia pública, el primer aporte importante de Barrales a su causa, es precisamente ese posicionamiento mediático.
Pero una cosa es lo que parece y otra es lo que es, de tal suerte que a la hora de negociar, Barrales tendrá que hacerlo con la calculadora, en perspectiva para el PAN es de vital importancia contar con el PRD para estar en el mismo parámetro del PRI y Morena.
López Obrador va a intentar a toda costa romper el eventual acuerdo panista-perredista, no necesariamente para sumar los votos del sol azteca a su favor, simple y llanamente para disminuir un rival y enfrentarse solo al priismo.
Desde ese punto de vista, aun pensando que el PRD vale electoralmente mucho menos que nunca, su contribución hacia cualquier fuerza en competencia, puede marcar la diferencia, por eso es tan importante con quien terminará aliándose, porque solos no van a ir a la disputa presidencial y esa es la encrucijada que Alejandra Barrales tendrá que definir.
En ello se juega el futuro del partido, el de Mancera y el suyo propio, porque es evidente que desde la presidencia perredista, querrá estructurar su eventual candidatura al gobierno de la ciudad de México.

Twitter@vazquezhandall

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