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Confesiones

Guillermo Vazquez Handall
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Por Guillermo Vázquez Handall

Al presidente nacional del PAN, Ricardo Anaya, se le está haciendo costumbre no tomar, más bien arrebatar; todo lo quiere convertir en victoria aún y cuando no sea así, más que los resultados lo que le importa es la percepción.

En las pasadas elecciones en Coahuila, el Estado de México y Nayarit anunció apresuradamente como si eso le diera ventaja, un triunfo contundente de su partido, cuando en realidad sufrió una gigantesca derrota. La semana pasada pretendió y casi logró hacer lo mismo, cuando para distraer la atención de los señalamientos de su patrimonio personal, literalmente secuestró la instalación de la mesa directiva de la Cámara de Diputados.

Peor aún, después del acuerdo para que eso fuera posible, emprendió una campaña mediática para afirmar que el PAN había ganado al echar abajo el pase directo del Procurador a Fiscal General de la República.
En el anuncio de su triunfo nunca aceptó que previamente existía una iniciativa del Presidente de la República para omitir ese trámite, que además ese es un tema de discusión en la Cámara de Senadores y no en la de diputados.
En consecuencia, que quien realmente estaba perdiendo era él mismo, tanto por la presión de sus gobernadores quienes le manifestaron su total desacuerdo ante ese chantaje, toda vez que eso les afectaba directamente en cuestión presupuestaria.
Porque lo que Anaya no va a reconocer es que los gobernadores panistas habían entablado comunicación con sus diputados para exigirles destrabar el entuerto provocado por Anaya, lo que hacía inminente que la mesa directiva tarde o temprano se tendría que instalar para poder recibir el paquete económico.
Fiel a su costumbre, Ricardo Anaya que como apuntábamos en la columna anterior cada vez se parece más a López Obrador, sabiendo y reconociendo que su chantaje no podría durar más tiempo, estableció de manera dogmática que él, más que su propio partido, había salido ganador y los mexicanos tendríamos que agradecerle por su generosidad.
Lo que está claro es que Anaya está involucrando sus problemas personales con los de su partido y peor aún con el desarrollo de la vida institucional del país.
La división que ha generado al interior del PAN, ya no sólo pone en entredicho su eventual nominación presidencial, sino que incluso ha debilitado a tal grado a su partido, que no sería de extrañar que en la próxima contienda terminara en tercer lugar.
Muestra de ello es la rebelión de los cinco senadores panistas del ala calderonista que le arrebataron la presidencia de la mesa directiva del Senado y hay que puntualizar, que eso derivó de un acuerdo que nada tiene que ver con el pase directo del procurador a fiscal, lo que confirma la mentira y estrategia errática de Ricardo Anaya.
Pero todavía más grave aún, en esa dinámica de adoptar posturas reaccionarias que insisto cada vez lo asemejan más a López Obrador, exigió a la todavía presidenta de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, Guadalupe Murguía, no asistir al Palacio Nacional al mensaje del Presidente Peña Nieto con motivo de su quinto informe.
Que toda la bancada panista se retirara del recinto legislativo para no atestiguar la toma de protesta de Jorge Carlos Ramírez Marín, como nuevo presidente de la mesa directiva, lo que es contradictorio después del acuerdo obtenido para ello y porque en teoría los panistas habían salido airosos del trance.
Todo lo anterior, sin dejar de lado que su coordinador parlamentario, Marko Cortes, no pudo hacer uso de la palabra en tribuna ante el rechazo generalizado de las demás bancadas.
Finalmente, que el PAN no tuvo presencia alguna en la entrega que hizo el secretario de Hacienda y principal precandidato priista a la presidencia de la República, José Antonio Meade, del paquete económico para el año próximo.
Posturas y actitudes radicalistas, hasta cierto punto subversivas, que denotan una clara intención rupturista, que más allá de la competencia partidista, sugiere una discordia institucional, que no es ni por mucho una tendencia panista tradicional, ese es el territorio de López Obrador.
Si Ricardo Anaya cree que está logrando alguna ventaja, que está consiguiendo triunfos políticos y mediáticos, es obvio que en su desesperación y ambición no atina a comprender que está logrando exactamente todo lo contrario.
Está resquebrajando la imagen de un partido que hasta ahora había privilegiado el marco de la ley por encima de caprichos personales, pero que sobre todo, lo está rompiendo en pedazos hacia el interior.
Si su estrategia es de la obtener la candidatura presidencial de esta forma, tendría que considerar que en la batalla electoral la faceta anti sistema ya le pertenece y desde hace mucho a López Obrador y que en ese terreno no le podrá ganar.
Victorias falsas y pírricas que sólo sirven para el auto engaño, la vanidad temporal e intrascendente, que van cayendo por su propio peso una a una.

Guillermo Vazquez Handall
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