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Guillermo Vazquez Handall
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Por Guillermo Vázquez Handall / twitter@vazquezhandall

Aunque la perspectiva del PRI de cara a los comicios presidenciales del 2018 se observe muy complicada, no se puede negar su importancia electoral.
Si bien es cierto que en este momento los números parecen no alcanzar a ser suficientes para pensar en mantener la supremacía, tampoco se puede dejar de lado el poder de convocatoria que mantiene.

Precisamente por ello, Andrés Manuel López Obrador está planeando y ejecutando, en una primera etapa, una estrategia no de coalición formal con el partido, sino con algunos de sus miembros de forma individual.

López Obrador elaboró ya una lista de probables candidatos priístas a las senadurías y diputaciones federales, en la que fundamentalmente considera dos factores.

El primer elemento es que estos eventuales candidatos ya estén debidamente posicionados, que tengan posibilidades reales de triunfo -al menos que sean competitivos-, y en un segundo plano que reúnan un perfil personal susceptible a sus intereses.

Es decir, que sean personajes que no tengan un historial de desempeño público tan negativo, que pueda ser usado en su contra para desprestigiarlos durante la competencia, pero sobre todo, -y esta es la parte más importante de su ecuación-, que estén dispuestos a escuchar su propuesta y en el mejor de los casos a aceptarla, para emigrar de partido y acompañarlo en la elección presidencial.

No se trata, como en otras ocasiones, de recibir a quienes han dejado las filas del tricolor porque no se vieron favorecidos con una postulación a un cargo de elección popular. En este caso, la idea es que tomen la decisión de separarse antes, incluso, de que eso pueda suceder.

La oferta lopezobradorista se fundamenta en el hecho de garantizarles el espacio, pero más importante aún, de sumar sinergias en pos de un objetivo que si bien es común, puede resultar benéfico en lo individual.

Hay entidades en las cuales el peso específico de quien será el candidato presidencial de Morena, aun si éste no gana la elección en las demás, es suficiente para impulsar mayorías locales para el Senado o la Cámara de Diputados.

Visto así, quienes conocen las estadísticas y el margen probabilístico pueden llegar a ser tentados a considerar el cambio de partido pensando en que, aunque López Obrador no llegara a ser presidente, con su ayuda ellos sí podrían alcanzar el escaño federal sobre todo, porque la situación del PRI no augura ser ventajosa, sino incluso tan negativa, que por esa misma razón se convierta en un obstáculo.

En sentido inverso, para el tabasqueño establecer una alianza de facto con candidatos priístas le aportaría, sin ninguna duda, una fortaleza adicional que evidentemente le acercaría más a su meta.

Lo interesante e importante de esta reflexión es que estamos en posibilidad de confirmar que estos primeros contactos entre los emisarios de López Obrador y por lo menos una veintena de priístas, con las características anteriormente descritas, ya se han realizado.

La gran mayoría de ellos, después de hacer sus propios cálculos, está valorando seriamente la propuesta y han enviado de vuelta señales respecto de su interés.

Ochoa Reza, no preside el PRI en todos los estados

Posteriormente a tomar posesión como líder nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza ya debe haberse dado cuenta de que su cargo no infiere por descontado que por ocuparlo tenga el control absoluto en las entidades.

Para empezar hay dos de en donde él mismo lo ha cedido voluntariamente: en Chiapas, al gobernador verde ecologista Manuel Velasco y, en Quintana Roo, al líder de ese mismo partido, Jorge Emilio González Martínez.

En el primer caso se entiende que por estrategia esa entrega está relacionada con un interés en común, pues anteriormente a la ascensión de Enrique Ochoa, en Los Pinos se tomó la decisión de que el candidato a gobernador de la alianza PRI-Verde corresponderá a un miembro de esas filas.

Sin embargo, en Quintana Roo, la transmisión del poder obedeció a la solicitud expresa del Niño Verde, una vez que al perder la gubernatura el PRI ha quedado en la orfandad.

Con el apoyo de Ochoa Reza, González Martínez ha asumido el control del PRI en Quintana Roo para convertirlo en una especie de feudo personal y como primera muestra de ello, está exigiendo a los delegados federales renuncien a su militancia priísta o de lo contrario serán relevados de sus cargos.

Su intención es escoger a quiénes serán designados candidatos a las siguientes presidencias municipales y diputaciones locales, para materialmente borrar del mapa al priismo y que éste se convierta en satélite de su propio partido.

De hecho, ha trascendido que la fórmula de la coalición PRI-PVEM para el Senado en el 2018, en Quintana Roo, será conformada por dos miembros del verde.

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