Editorial La Revista Peninsular
Este fin de semana se llevaron a cabo elecciones en Coahuila e Hidalgo y el PRI arrasó en ambos estados con un triunfo que le dio aire cuando parecía no dar señales de vida. Debido a que esta victoria obedece a características específicas de las entidades mencionadas, sería incorrecto asumir que se seguirá la misma tendencia en las elecciones del próximo año. No obstante, nos da un pequeño vistazo al actual ánimo de los partidos y el sentir de la población.
El Congreso local de Coahuila cuenta con 25 escaños de los cuales 16 fueron disputados en los comicios y los otros 9 designados mediante representación proporcional. El Revolucionario Institucional ganó en los 16 distritos contendidos, mientras que Morena, Acción Nacional, el Verde Ecologista y el Partido Unidad Democrática de Coahuila se repartieron las plurinominales.
Por otro lado, en Hidalgo se renovaron 84 ayuntamientos y el PRI ganó en 32. Los otros municipios se dividieron entre 10 partidos; Morena, PAN y PRD compartieron el segundo lugar con 9 presidencias municipales cada uno.
La pandemia fue un factor determinante en los resultados pues modificó fundamentalmente el ejercicio emprendido en ambas entidades. En primer lugar, ocasionó el aplazamiento del día de la elección ya que de acuerdo a la Ley debió haberse celebrado el 7 de junio. Segundo, modificó las reglas respecto a la campaña electoral correspondiente al proceso y prácticamente no se permitió realizar mayores esfuerzos para posicionar candidatos. Finalmente, mitigó la participación ciudadana.
Otro factor importante fue que tanto en Coahuila como en Hidalgo gobierna el PRI. Por lo tanto, el aparato partidista tricolor en estas entidades contaba con los recursos suficientes para mantener una estructura viva capaz de hacer lo que mejor sabe: operar elecciones.
Morena entró a la contienda en una situación distinta. Su liderazgo más influyente, el presidente López Obrador, no pudo apoyarlos desde su tribuna de manera alguna, aparte de que el partido se encontraba fragmentado por disputas internas. La más conocida es la que refiere a la renovación de dirigencia nacional, y por la cual se han creado tribus para apoyar a Porfirio Muñoz o Mario Delgado. Aún más, esta falta de unión estuvo presente en los comités municipales y fue relevante para la derrota sufrida por el partido guinda.
En Pachuca, por ejemplo, según las encuestas de hace un mes, quien fuese designado por el Movimiento de Regeneración para competir hubiera ganado la elección. Se generaron conflictos internos entre las líneas políticas y se tuvo que elegir a un perfil neutral para conciliar. El problema fue que se escogió a un candidato débil, el cual llevó a la derrota a Morena en la capital de Hidalgo.
Ahora bien, el Partido Acción Nacional pareció perdido, como si tratara de asimilar el nuevo juego de poderes en las elecciones. Sin duda, contrasta con la comodidad que le caracteriza a la hora de ejercer su rol de oposición contra el gobierno. Para algunos, los blanquiazules son quienes sufrieron la derrota más dura, al representarles un significante retroceso respecto al poder que habían adquirido en Coahuila e Hidalgo.
Los pronósticos eran favorables para el partido tricolor previo a las elecciones, pero nadie esperaba que la diferencia fuera tan amplia, especialmente en ambos estados. Los resultados fueron determinados por condiciones específicas que no necesariamente estarán presentes en las elecciones del 2021; sin embargo, nos dejan ver el sentir actual de pueblo y las capacidades de los partidos. A fin de cuentas, el balance final se puede interpretar como positivo para el país pues brinda dinamismo al sistema político mexicano al reforzar los contrapesos y la alternancia.