Crecer y multiplicaos… pero poquito
Por: Manuel Triay Peniche
La familia pequeña vive mejor, decía un viejo slogan oficial en los años 80, y la familia se redujo: de siete hijos en 1965 pasó a cinco en los 90 y hoy no llegan a dos, y con la reducción cambió el rol familiar, la mujer obtuvo mayores oportunidades docentes y laborales, avanzó notoriamente en la vida política del país, en la paridad de género y, consecuentemente, en el empoderamiento.
Pero el hombre no se quedó atrás, comenzó a entender que su papel no se reduce al de proveedor del hogar, que nada le impide disponer de unos años más para disfrutar su soltería y alargó la espera de su ida al altar, casi abolió el noviazgo al encontrar eco en las relaciones pre o sustitutas del matrimonio, y su egoísmo acogió con beneplácito la moda de “tu cubres tus gastos y yo los míos”.
Del total de hogares en México, el 50 por ciento son biparentales, es decir están integrados por madre y padre, y el 26 por ciento son monoparentales, con solo un padre. De cada 100, 25 están a cargo de una mujer, la cuarta parte, y siete de cada 10 jefas de familia son solteras, separadas, divorciadas o viudas, mientras que el 94.4 de los hombres jefes de familia son casados o unidos.
La mujer de hoy es multifuncional, además de las labores de madre y esposa, como es el caso de miles de ellas en todo el mundo, se desempeña como jefa del hogar y sustentadora de una familia con el fruto de su propio trabajo. Este nuevo rol acabó con la señora de la casa dedicada a “labores propias de su sexo”; aunque sus múltiples ocupaciones le impiden a veces la convivencia en tiempo real y la comunicación con sus hijos tiende a ser cosa del pasado.
Hoy, a tantos años de distancia me sigo preguntando, ¿la familia pequeña de quién vive mejor, o a qué le llaman vivir mejor? Justo sí, justísimo el empoderamiento femenino y justo también el papel de los varones, pero madres y padres no pueden declinar de su irrenunciable tarea de formar y vivir en familia, con los nuevos modelos sí, con respeto a los derechos de los hijos también, pero con límites y con obligaciones para todos.
Es irreal que todo tiempo pasado fue mejor, las circunstancias actuales simplemente son diferentes, se han perdido cosas buenas pero se han ganado otras, pero nadie puede negar que los niños y los jóvenes de hoy están más expuestos que los de ayer, que el mundo, y nuestro país entre los primeros, es más violento, más inestable, más peligroso. Hoy, por ejemplo, las drogas y la prostitución están en las propias aulas escolares y las redes sociales marcan una tendencia hacia el libertinaje.
El rendimiento del tiempo es mucho menor y en consecuencia la disponibilidad de los padres en el hogar se ha reducido también, los hijos pasan más horas solos y cada vez es menor la ayuda de los abuelos en el cuidado de los pequeños. No queremos significar que los niños de ayer seamos mejor que los niños de hoy, pero con la experiencia que da la vida podemos afirmar que hoy son más los peligros y es mayor la tarea a realizar para conservar los valores familiares.
Tomando en cuenta que México envejece, que cada vez serán menos los proveedores del hogar y más los consumidores, urge se reconsideren las políticas sociales que sustenta el país, como urge que reconsideremos si el modelo de familia en que hoy nos desenvolvemos es el más adecuado.
Desde el punto de vista económico podemos afirmar que “la familia pequeña” fue un fracaso porque no vive mejor, sigue marginada y pasando hambre. En todos los demás aspectos es una moneda al aire, con pros y contras, cuya única ventaja es que depende de nosotros mismos, está en nuestras manos la educación y el ejemplo que leguemos a nuestros hijos, expuestos hoy a peligros antes nunca imaginados.