El ambiente político en Chile llega a su clímax. A cinco días de la segunda vuelta presidencial, Jeannette Jara y José Antonio Kast se enfrentaron en un debate televisivo marcado por la tensión, los reproches personales y la confrontación de visiones diametralmente opuestas sobre el futuro del país. La campaña, ya polarizada, escaló a un nivel donde hablar de propuestas implicó acusaciones de falta de transparencia, cuestionamientos sobre seguridad, migración y visión de Estado.
Uno de los momentos más tensos del debate ocurrió cuando Jara acusó a Kast de vivir en una “caja de cristal”, en alusión al vidrio blindado que él emplea en actos públicos. Kast respondió con dureza: “Tengo que de repente usar un vidrio porque hay personas en otros países que han asesinado candidatos presidenciales. ¿Qué pasa si a mí me pasa algo?” Este intercambio no sólo expuso desconfianzas personales, sino que simbolizó la desconfianza de una parte del electorado hacia lo que representa cada candidato.
Las diferencias fueron profundas. Kast abogó por políticas duras: control migratorio estricto, expulsión de migrantes en situación irregular, despliegue de seguridad, recortes fiscales y un eventual “gobierno de emergencia” ante lo que él describe como crisis de criminalidad y migración. Según sus propias palabras, no eliminaría la jornada laboral de 40 horas ni la Pensión Garantizada Universal, aunque no detalló claramente cómo financiaría su plan.
Por su parte, Jara centró su discurso en los derechos sociales, la protección laboral, el diálogo, y la defensa del Estado de bienestar. Criticó duramente tanto la vaguedad de Kast —acusándolo de no explicar sus propuestas con claridad— como su historial legislativo: “cuando habla de rebajar el gasto público, es importante que tenga autocrítica”, recordó, señalando que durante sus 16 años en el Congreso no habría aprobado leyes relevantes para el bienestar ciudadano.
Este debate expuso con claridad que lo que está en juego en estas elecciones no es sólo un cambio de gobierno, sino una definición de rumbo muy distinta para Chile: entre una visión conservadora, basada en seguridad, control migratorio y austeridad fiscal; y otra orientada a derechos sociales, redistribución, reivindicación laboral y confianza en las instituciones. Lejos de ofrecer acuerdos o puntos de convergencia, ambos candidatos mostraron posturas antagónicas, lo que refuerza la polarización de una campaña que tendrá su desenlace el 14 de diciembre.


