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Cuando el espejo miente

Uuc-kib Espadas Ancona
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Por: Uuc-kib Espadas Ancona.

A partir de la adopción del neoliberalismo
como cosmovisión oficial del poder y la riqueza en México, hace 32 años,
comenzó a extenderse la concepción de que el objetivo social de una economía
debía de ser la obtención de las máximas ganancias. Al acumularse éstas en una
élite, el mercado crecería y, ulteriormente, sus beneficios materiales irían
alcanzando a los demás estamentos de la sociedad, al generar empleo para el
conjunto de la población.

Estas nociones se volvieron el discurso
dominante en medios de comunicación, gobierno, escuelas y universidades, y en
la mayoría de los partidos políticos. Bajo esta lógica, la sociedad debe
ordenarse en torno a los intereses de quienes tienen el capital para crear
empresas pues, en caso contrario, se corre el riesgo de que se lleven su benefactor
dinero a otra parte.

En esta visión, los empresarios son una
suerte de filántropos, que van obsequiando generosamente empleos, a cambio de
insignificante trabajo. Por tanto, sus mínimas exigencias deben de ser
atendidas, y se debe evitar molestarlos con impuestos o reglas, no importa si
se trata de mejorar las condiciones laborales o de proteger el medio ambiente.

Los beneficios de su magnanimidad son
tales que es de concedérseles cualquier capricho. Paralelamente, la propia
élite comenzó a generar la autoimagen de filántropos, en los que el insaciable
apetito de dinero no es más que un instrumento para sus nobles fines. De esta
forma, lo menos que puede esperar es respeto, admiración y devoción de aquellos
a los que se rescata del desempleo.

Estas ideas propician distintas acciones
disparatadas en el espacio público. Tal es el caso de los recientes llamados de
algunos de los dieciséis mil millonarios mexicanos a no votar por López
Obrador. La convicción básica es que en cada empleado hay, si no una gratitud
profunda hacia sus patrones y benefactores, al menos un sano temor a que si el
Estado los contraría cerrarán sus empresas y perderán su trabajo. Esperan en
consecuencia amplios efectos en sus llamados. Olvidan, sin embargo, algunos
hechos que sus creencias les impiden ver.

La brutal distancia entre la opulencia de
los propietarios y la precariedad y zozobra económica, cuando no maltrato
laboral y personal sistemático, de sus empleados, genera resentimientos
callados pero muy duros. El llamado de estos días sin duda ha indicado a muchos
de estos asalariados dónde están los temores y dolores de sus patrones y, por
tanto, como votar para desquitarse de años de agravios. El efecto será, y
pronto lo señalarán las encuestas, exactamente el contrario del esperado,
aumentando la intención de voto por el tabasqueño.

Perder el contacto con la realidad genera
decisiones erradas, tanto más graves cuanto más poder se tiene.

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