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Cuando la ciudad cambia: gentrificación y pérdida del derecho a Mérida

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La gentrificación en Mérida, Yucatán ha comenzado a perfilarse como una amenaza real al derecho a la ciudad para buena parte de sus habitantes. Expertos advierten que la ciudad carece de políticas efectivas para frenar este proceso, quedando al albur de las dinámicas del mercado inmobiliario que elevan precios de vivienda y transforman el tejido social.

El fenómeno —muy ligado al acceso a vivienda digna y a la preservación del patrimonio cultural y social— pone en jaque conceptos fundamentales como Derecho a la ciudad, entendido como la posibilidad de que todos los habitantes accedan a una ciudad justa, inclusiva y participativa.

Para muchas familias y vecindarios tradicionales, la gentrificación implica desarraigo. Al aumentar la demanda inmobiliaria —alimentada muchas veces por nuevas inversiones, turismo o nuevo perfil de residentes— los precios de la vivienda y la renta suben, forzando a quienes vivían desde hace décadas en ciertos barrios a buscar otras opciones más accesibles, muchas veces en zonas periféricas. Este desplazamiento no es sólo físico: también significa la pérdida del sentido de pertenencia, de memoria colectiva, y de identidad barrial.

El problema se vuelve más grave aún ante la ausencia de mecanismos de vivienda asequible, planes urbanos con equidad social o políticas de protección para quienes corren riesgo de ser desplazados. Es decir, sin regulación, “la ciudad” deja de ser un bien común para transformarse en mercancía.

Ante este panorama, no basta con reconocer el fenómeno: se vuelve urgente exigir —a autoridades y sociedad— que se garantice el derecho a la ciudad, entendiendo la vivienda, el acceso a espacios públicos, la preservación cultural y la participación comunitaria como derechos fundamentales. De lo contrario, Mérida podría transformarse en una ciudad donde el progreso signifique expulsión, y no convivencia.

Este no es un problema exclusivo de Mérida, sino uno que retoma debates globales sobre urbanismo, justicia social y ciudad para todos. Pero en nuestro contexto local —con nuestras raíces, historia y comunidad— la pérdida sería más que material: sería un menoscabo a nuestra propia identidad.

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