Por: Eduardo Ruíz-Healy.
Aningún político le gusta perder una elección; a los populistas menos.
Existen muchos ejemplos que prueban que los populistas, sin importar su filiación ideológica, hacen lo que sea con tal de revertir a su favor los resultados electorales que les resultan adversos.
El 7 de julio 1952, los seguidores de uno de los perdedores de la elección presidencial de ese año, el general Miguel Henríquez Guzmán, candidato de la populista Federación de Partidos del Pueblo, que incluía a los comunistas y cardenistas, se lanzaron a las calles para exigir que se declararan inválidos los resultados de la elección del 1 de ese mes –que oficialmente ganó el candidato del PRI, Adolfo Ruiz Cortines– y que se reconociera el triunfo del general. No llegaron muy lejos en su pretensión porque el presidente Miguel Alemán mandó a que los reprimiera violentamente el Ejército. Se habló entonces de que murieron unos 200 henriquistas cuyos cadáveres nunca aparecieron.
54 años después, en 2006, el candidato presidencial perredista, Andrés Manuel López Obrador, se proclamó vencedor de la elección del 2 de julio de ese año, a pesar de que la autoridad electoral declaró ganador, por un estrechísimo margen de solo 0.62 puntos porcentuales, al panista Felipe Calderón. Para tratar de revertir el resultado, el PRD peleó su caso ante el Instituto Federal Electoral y el Tribunal Federal Electoral, y AMLO ordenó el bloqueo de Paseo de la Reforma, la avenida Juárez, la calle de Madero y la toma del Zócalo de la Ciudad de México. De nada sirvieron sus esfuerzos. Los bloqueos de calles tan importantes solo ocasionaron la pérdida de miles de millones de pesos, el cierre de incontables negocios afectados por el bloqueo y hasta la pérdida de vidas de personas accidentadas o enfermas que no pudieron ser atendidas por los servicios de emergencia.
Entre las tácticas que utilizan los populistas para ganar, aunque no ganen, está la de desconocer la imparcialidad de los organismos electorales que tienen la responsabilidad de organizar los comicios y verificar que el conteo de los votos emitidos se haga de manera transparente.
Así lo hizo AMLO cada vez que compitió por un cargo de elección popular y así lo ha hecho el presidente estadounidense Donald Trump desde que se lanzó por su primera candidatura presidencial por el Partido Republicano en junio de 2015. Es más, Trump hasta dijo que, en caso de perder la candidatura, desconocería el triunfo de quien, en 2016, sí la ganara tras obtener la mayoría de delegados en las elecciones primarias. Este año ha dicho que solo si él gana la elección de noviembre, reconocerá la validez del proceso electoral. Hasta parece que aprendió algo de algunos políticos mexicanos.
Otro que ha recurrido a la misma táctica es el presidente populista de Turquía, Recep Erdogan, que en mayo de 2019 presionó al Alto Consejo Electoral de su país para reponer la elección del alcalde de Estambul después de que su candidato perdió por pocos votos. Erdogan denunció que el candidato opositor hizo trampas y que se “robó votos de las urnas”.
Hay muchos ejemplos alrededor del mundo que muestran que cuando pierden los populistas, arrebatan el triunfo electoral o, por lo menos, tratan de hacerlo.
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