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De mitin en mitin

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Por Francisco López Vargas

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha convertido cada visita a los estados en un mitin en el que aprovecha para que la gente abuchee a los gobernadores. El presidente no va a reuniones de trabajo, a escuchar programas de inversión o de infraestructura, no: va a un mitin en el que se abuchea a los gobernadores.

El presidente, se quejan los gobernadores, les ha cerrado por completo la llave de los recursos federales. Acuerda con ellos, pero el flujo de recursos está parado.

El presidente pareciera no importarle que los gobernadores son exactamente igual legalmente a él: llegaron al cargo mediante elección y eso los hace autoridad y representante popular, por lo que es muy grave que desde su gobierno se arengue esas rechiflas.

El gobierno federal también hace lo propio. Dinero sí hay, pero este se está restringiendo precisamente porque el presidente necesita recursos para sus programas sociales, esos que le garanticen los votos en cada elección.

Y mientras el presidente le falta al respeto a todos los que no son sus aliados, el país se ahoga no sólo por el austericidio del gobierno federal sino también por una crisis económica que a ratos parece auto infligida.

Los datos que tiene el presidente no parecen suficiente para cambiar una realidad que, terca, le acredita que lo que se hace no sólo acredita ineptitud sino improvisación.
Echarle la culpa al pasado cuando nos deje sin futuro no servirá de nada cuando se valore su legado.

Es increíble la cantidad de información que todos los días aportan analistas, especialistas y gente preparada y con cartas credenciales que les otorgan no sólo la calidad técnica y profesional, sino también como ciudadanos que alertan hacia donde nos conduce un gobierno que en seis meses sólo acredita que nunca se prepararon para tomar posesión y analizar sin detener la marcha del gobierno.

Nadie, ni uno sólo de los que nos oponemos al presidente estamos en contra de su lucha contra la corrupción, nadie le niega legitimidad a su elección, nadie puede reclamarle más que todos los días exhiba su ignorancia y su mediocridad al pretender saberlo todo, responderlo todo, “para eso es el presidente”.

Lo que molesta es que le pida ayuda a Zuckemberg de Facebook para tener internet para todos cuando ese proyecto del dueño de esa red ya fracasó en su intento y el proyecto está desechado; lo que disgusta es que piense en construir una refinería cuando el declive del petróleo se acelera por las energías alternativas; lo que indigna es que la institución que validó y vigiló su elección la quiera desaparecer para hacerlo él y su partido; lo que es imperdonable es que limite la ciencia y la tecnología pensando que así elimina privilegios, pero no se da cuenta el daño que le hace al avance del país.

López Obrador, me queda claro, sólo quería ser presidente para tener poder, pero nunca tuvo un proyecto armado que le permitiera saber cómo debía instrumentarse y armarse la cuarta transformación que pretende.

En su prisa, López no sólo condena a los enfermos a estar peor, a los niños a estar al garete sin guarderías, pretende inundar con 1,600 millones de pesos la obra de Texcoco pero no para comprar medicinas ni para promover temas de investigación, científicos…

Eso sin considerar las obsesivas obras de Santa Lucía, de Dos Bocas, del Tren Maya sin escuchar a quienes sí saben de infraestructura. El dispendio a todo lo que da por lo que la austeridad republicana y la pauperrimidad franciscana es para los ciudadanos y nunca para su primer círculo.

Quizá el peor desengaño es que quienes ofrecieron ser sensibles, que prometieron ser distintos y diferentes, hoy se muestran de cuerpo entero como intolerantes y déspotas.

La relación de hechos de los primeros seis meses del gobierno en turno debería ser suficiente para que los mexicanos entendiéramos que las promesas de un político sólo tienen que ver con conseguir votos, pero no con asumir obligaciones y menos con practicar soluciones, como hoy pasa.

La gente, en el tema de darle tiempo, no ve lo grave que es que un personaje que buscó ser presidente por 18 años no tenga un proyecto ordenado para la transición y que todos sus hechos sean no sólo arbitrario sino lesivos.

López ha despedido a 200 mil burócratas a los que no sólo afectó en su patrimonio sino que expulsó de la administración pública sin ningún derecho y sin indemnización a gente valiosa, a gente cuyo trabajo empieza a resentirse por la ausencia.

López Obrador sólo se mete con quien no le representa peligro ni a su proyecto ni a su gestión presidencial. Este es el gobierno de la cobardía.

José Francisco Lopez Vargas
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