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DECIR Y HACER

José Francisco Lopez Vargas
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Por Francisco López Vargas

En las campañas los políticos siempre nos dicen cosas que luego no hacen. De hecho, para certificar su compromiso Enrique Peña Nieto puso de moda firmar sus promesas ante notario público. Así de grave es la necesidad de que su audiencia les crea: no basta la promesa, la palabra del político tiende a estar devaluada, a ser escuchada por una población incrédula porque vaya que le han ofrecido y vaya que les han fallado no sólo en no cumplir sino en no ser honrado.

Es como si el poder político tuviera como un gran imán un presupuesto que al no ser supervisado en su ejercicio, pues se presta a más de una desviación, a más de un trato extralegal y pues todos quieren llegar a él convenciendo de que son la mejor opción.

En el México del pasado, todas las decisiones importantes pasaban por el presidente y Los Pinos. De plano, sin ambages, usando su poder metaconstitucional, Luis Echeverría Álvarez despidió a Hugo B. Margain de la Secretaría de Hacienda cuando a éste se le ocurrió decirle que el país no podía endeudarse más si no se sometía a una auténtica reforma fiscal. A Hugo lo relevó en Hacienda José López Portillo, a la postre candidato presidencial y único en los comicios de 1976 con el 91 por ciento de los votos y postulado no sólo por el PRI sino también por el Partido Popular Socialista y el Auténtico de la Revolución Democrática.

Ese par de decisiones empezaron a fraguar “El estallido de la crisis mexicana del 76 se traduce en la culminación de un proceso que ya se venía surgiendo lentamente desde 1971, año en el cual se contrae la economía nacional registrándose un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del 4.2%, considerado su peor dato registrado desde 1959. El impacto del colapso de la economía mundial va a significar para nuestro país el que prácticamente fueran suspendidas las compras de mercancías mexicanas en el mercado, traduciéndose esto a la vez en que la actividad industrial cayera a un 6.7%, además de quiebras y despidos masivos.

“La desprometedora situación de la economía mexicana de aquellos años hizo que los inversionistas se lanzarán a la búsqueda de acciones más seguras y rentables, por consiguiente se fugaron grandes cantidades de dinero al mismo tiempo que caía la inversión extranjera. “Ante esta problemática el gobierno, con Luis Echeverría al frente, se optó por tratar de financiar el déficit de divisas por medio de hacer un aumento de la deuda externa y las reservas internacionales (medidas adoptadas erróneas ya que solo aumento el déficit sin ver mejora), las reservas terminan por agotarse no dejando otro camino mas que el de devaluar el peso el 1 de septiembre de 1976 de 12.50 a 24.75 unidades por dólar. Con esta medida quedaba sin recursos la política de estabilización cambiara, el desarrollo estabilizador, que se extendió a lo largo de 22 años”. (fin de la cita de La Economía.com)

Todos conocemos el error que fue privatizar la banca como consecuencia de esa crisis al finalizar el gobierno de López Portillo, quizá el presidente más corrupto y más frívolo del siglo pasado, crisis que aún padecemos en el país.

El gobierno resultó ser un operador corrupto: los cines no dejaban dinero y las ventas de las dulcerías podían ser nulas una noche o maravillosas al día siguiente, de acuerdo con el ánimo o la necesidad del administrador. Así era la corrupción –hoy se ha sofisticado ante los candados-: se extendía a todos los ámbitos de las empresas del Estado sin importar si eran automóviles, casas, terrenos o hasta pulquerías o salones de belleza.

Andrés Manuel López Obrador nos receta todos los días una serie de mandamientos que, sin dudarlo, desmienten sus operadores políticos: Romo asegura que se respetarán las reformas energéticas y fiscales mientras Andrés participa con empresarios; en sus asambleas, Paco Ignacio Taibo desmiente esa afirmación y dice que López Obrador ya lo aseguró y ellos como asamblea ya lo autorizaron; Romo dice que el aeropuerto sí se hará, mientras López Obrador dice que no; Tatiana Clouthier dice que no puede hablar de la decisión de incorporar en el Senado a Napoleón Gómez Urrutia mientras López Obrador lo defiende.

Andrés evita hablar del matrimonio igualitario, del aborto y del laicismo en la política pero se afilia a un partido radical de derecha, dice que hay que hacer una Constitución moral para el país y como buen evangélico pretenden fingir que un vídeo contra la iglesia y la “gente bien” fue espontáneo y no producto de un encargo que hasta detalles exigió para realizarlo.

Nada habla mejor o peor de uno que sus actos y el candidato de Morena vaya que ha tenido reveses de él mismo, de sus dichos, de sus hechos.

No sé cuál será el resultado de los comicios de 2018, pero sería un error regresar al país a una economía dictada desde Los Pinos. Demasiados años de lucha para librarnos de un presidente omnipotente y omnipresente como para reeditar ese error que nos mantiene como un país de crisis recurrentes.

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