La historia de la educación en México, nos da noticias de su proceso evolutivo. Desde el nacimiento de México como nación, ha habido una pugna por el dominio de este importante campo de la sociedad, y en todo momento ha habido dos fuerzas enfrentadas en la materia, la corriente conservadora y fanática, representada por la iglesia, y la corriente avanzada y liberal, que ha recaído en diversos personajes, según la época, y que ha disputado siempre con la corriente contraria, el dominio de este campo esencial para la vida nacional. En el S. XIX, personajes como Ignacio Manuel Altamirano, Gabino Barreda o Justo Sierra Méndez, pugnaron por una educación lo más avanzada para su época, y buscaron rescatar ésta de la influencia de los prejuicios y el fanatismo de la otra. En ese siglo antepasado, poco pudieron hacer, pues la educación no estaba organizada en un sistema coherente y funcional. Estos tres célebres personajes, fueron grandes educadores en su época, pero no pudieron establecer un sistema educativo nacional que diera coherencia y sistematización a la enseñanza en México. Fue hasta principios del S. XX, al calor de la Revolución Social Mexicana, que surge una educación con coherencia y un Plan Nacional de Educación, y esto se debe sin duda ninguna a José Vasconcelos.
El primer gran logro de Vasconcelos en materia de educación, fue imponer el Plan Nacional de Educación, y lograr que las órdenes religiosas abandonaran sus planes escolásticos, antiguos, muy rebasados y ya disfuncionales. Al crear en 1921, la Secretaría de Educación Pública, Vasconcelos se erige en el padre de la educación en México. De ahí en adelante, muchas figuras ocuparán esta importante cartera; personajes como Narciso Bassols o Jaime Torres Bodet, hicieron lo suyo durante su gestión en la S. E. P., logrando grandes cambios en la materia. Quizá lo más destacado ha sido el “Plan de Once Años” de Torres Bodet, pero lo más trascendente y efectivo, fue la “Reforma Educativa” de 1974, prohijada por Víctor Bravo Ahuja, pues recogió la experiencia aportada por los maestros de base, en el extraordinario “Congreso Nacional del Magisterio”, en 1974, en la ciudad de Chetumal, Q. Roo, que dio como fruto un importante documento: Los Acuerdos de Chetumal, en los cuales se basó la reforma educativa. Este sistema educativo fue totalmente novedoso, revolucionario y efectivo, tanto que, el sistema político mexicano, sintió temor de él, y lo echó para atrás. Miguel González Avelar, anunció con bombo y platillo la “Modernización Educativa” que no fue otra cosa que un terrible salto al pasado.
A lo largo de cincuenta años de ejercicio magisterial, me ha tocado atestiguar decisiones cuyas consecuencias para la educación, no han sido positivas ni eficientes, decisiones que más bien causaron serios problemas a los que hubo que dar soluciones no siempre totalmente satisfactorias ni correctas. Y todas estas decisiones tuvieron siempre un factor común: Tratar de aplicar medidas de carácter general, sin tomar en cuenta las diferentes circunstancias que privan en cada región, en cada estado, en cada ciudad, en fin, en cada centro de trabajo. Viene a mi memoria una medida tomada en el curso 1970-1971, en mi primer año de ejercicio. En ese curso, la Dirección General de Educación Secundaria tomó una decisión con carácter nacional: Las pruebas para los exámenes finales, no las elaboraría cada maestro, como era la norma; éstas vendrían de la Ciudad de México, y los maestros sólo las aplicarían en sus escuelas. Esta decisión, tomada de forma arbitraria y sin tomar en cuenta la opinión del magisterio, trajo terribles consecuencias. La custodia de las pruebas, en algunas escuelas, no fue suficiente ni eficiente, con la consecuencia de que, las pruebas ya estaban circulando entre los alumnos, semanas antes de los exámenes. Aquello se volvió un desastre, hubo que atrasar la aplicación de los exámenes, y las pruebas tuvieron que ser sustituidas por otras elaboradas por los maestros, cómo debía de ser.
Años después, se toma otra decisión de carácter general, y de nuevo relativo a los instrumentos de evaluación de los educandos. Se retira a los maestros la responsabilidad de elaborar las pruebas, y se asigna esa responsabilidad a los jefes de especialidad de cada estado. Naturalmente, estas pruebas serían aplicadas tanto al medio urbano como al medio rural, y ante esta circunstancia, los responsables de elaborar estas pruebas tomaron una decisión muy desafortunada: Hacer unas pruebas muy elementales, para que pudieran ser resueltas tanto por los alumnos de las escuelas del medio urbano, públicas y particulares, como por las escuelas del medio rural, hasta de las rancherías más alejadas. El experimento atrevido, resultó un fracaso rimbombante; el índice de reprobación se elevó a niveles insospechados, pero no de la manera que se podía haber supuesto. La reprobación tan elevada se concentró en las escuelas de la ciudad, y especialmente en las particulares. Las pruebas de los jefes de especialidad, fueron tan elementales que, a los alumnos con mayor preparación esto les causó una confusión terrible y la reprobación elevada fue el pésimo resultado del fallido experimento. Una vez más, las medidas de carácter general tomadas sin sustento y sin tomar en cuenta las circunstancias particulares de cada centro educativo, redundó en un fracaso con consecuencias para los educandos.
Ahora, este tipo de decisiones se vuelve a actualizar, nuevamente una decisión de tipo general va a afectar, esta vez, tanto a educandos como a educadores. Como consecuencia de la pandemia, el rendimiento escolar se ha puesto en entredicho. Como si el esfuerzo extra desplegado por los maestros, los recursos y auxiliares pedagógicos implementados, no merecieran el respeto total de las autoridades educativas, se ha tomado la arbitraria medida de considerar aprobados, sin excepción, a todos los alumnos. Constituyendo esta medida un verdadero fraude a los padres de familia, una ofensa al esfuerzo de los maestros y una burla al empeño de los niños y jóvenes que, a lo largo de más de un año, ha perseverado diariamente en conectarse para recibir clase, efectuar actividades, entregar tareas, y todo lo necesario para hacer efectiva la educación a distancia que las circunstancias impusieron. Cada uno con los recursos técnicos a su alcance, los más pudientes con lap tops e Ipads, los menos afortunados con el celular, pero todos poniendo lo mejor de sí en lograr el proceso de enseñanza aprendizaje de la manera más efectiva a su alcance. Y la autoridad escolar, con un plumazo, desconoce todo esto y toma de nueva cuenta, una decisión de carácter general sin tomar en cuenta de nuevo, las circunstancias particulares de cada centro educativo.
Es verdad que, en muchas escuelas, sobre todo en el medio rural, este proceso fue muy escaso o casi nulo, y sería justo y prudente aplicar ahí esa medida, pero rasar parejo y en todos los medios por igual, llevará a tener un resultado falso de un año de educación que se impartió con sacrificio y esfuerzo por todos los actores de la educación de la República Mexicana. Una vez más, una decisión de carácter general causará un daño a la educación. Esta decisión llama poderosamente la atención, pues por primera vez en mucho tiempo, la titularidad de la Secretaria de Educación esta ejercida por una auténtica trabajadora de la educación, una auténtica maestra de banquillo, una gente que conoce la realidad de los centros educativos desde los niveles más elementales. Apelamos al sentido común y la experiencia de la Mtra. Delfina Gómez Álvarez, para evitar que se consume este desaguisado contra la educación de la República Mexicana.
Mérida, Yuc., a 26 de junio de 2021.