Por: Alan Javier Contreras Castillo*.
El maestro Yascha
Mounk, describe la democracia liberal
como aquel “sistema político que es liberal y democrático a la vez: que protege
los derechos individuales y traduce las opiniones populares en unas
políticas públicas concretas”. En este sentido y con el anuncio retumbante de
las próximas consultas populares que darán cause a la construcción del Tren Maya,
a las nuevas refinerías o al apoyo a los jóvenes, me permito preguntar ¿Acaso
estamos ante un esquema Democrático-Liberal o ante el siempre vivo populismo?
En las democracias
liberales, la ley funge como bastión en la toma de decisiones políticas en pro
o en contra de los intereses ciudadanos, en otras palabras, además del
argumento político y técnico, la ley es el mayor justificante para que sucedan
o no acciones que impacten en la sociedad. En contraposición a este sistema, el
autoritarismo, permite que un líder tome decisiones expeditas sin las trabes
constitucionales que refiere la democracia liberal; aquí no se ralentiza ni se
apacigua ninguna acción política, al contrario, los gobernantes rigen la vida
del gobernado a través de medidas vertiginosas, raudas y casi instantáneas,
pues su modelo permite que la ley se adapte a sus decisiones y no lo contrario.
Diría que muchos
gobernantes del sistema democrático envidian a los líderes autoritarios por no
atreverse a hacer lo que ellos por miedo a que la opinión pública los juzgue
tan severamente que ellos mismos terminen desapareciendo por voluntad propia.
Ahora, si bien la
leyes no son siempre justas pero existen maneras de modificarlas, es importante
señalar que al populista eso no le importa, toda vez que lo que busca no es
cambiar la ley sino gobernar a pesar de ella, entro en materia, el populista,
es aquel que se erige como el representante
de la voluntad del pueblo, la cual enarbola por encima de la ley y en
simultáneo, utiliza como modelos a aquellos gobernantes autoritarios de otros
países que se relacionen con su haber ideológico para hacer las veces del mismo
pero justificando sus acciones mediante la carga de culpas a ciertas víctimas
propiciatorias. No daré siquiera ejemplo alguno de lo que sucede en nuestro
país porque en la realidad es evidente quien es quien en este juego de
sistemas, poderes y culpas.
Luego entonces,
tengamos reservas de quienes ubican la voluntad del pueblo por encima del mando
de la ley, pues lo que sucede en el mundo real, es una fachada para hacer valer
una voluntad, y sí, la del pueblo no es. Despertemos.
*Alan Javier Contreras Castillo
Lic. en Ciencias Políticas por la
Universidad Modelo
Director Ejecutivo de C&C Consultores
Consejero honorario en “ORÍGENES” (Agencia
de Estrategia Digital)
Asesor de la LXIII legislatura- Cámara de
Diputados del Congreso de la Unión.