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Dependencias de Protección Civil deben proteger al ciudadano

Ismael Méndez Camargo
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Por: Ismael Méndez Camargo.

Dice el muy conocido refrán, cuando se ahoga el niño, tapan el pozo y lo peor es que cuando se quiere resolver lo imposible, se ponen a dar patadas de ahogado, comentario que viene a colación por las grandes deficiencias que tienen las oficinas de protección civil, que la verdad no previenen hechos que pueden resultar peligrosos y del cuidado de los ciudadanos, pues están muy lejos de la realidad, sobre todo cuando hay suficientes motivos para evitar una desgracia y nuestras autoridades encargadas brillan por su ausencia o bien carecen de los perfiles y lineamientos para ocupar las citadas oficinas, cuyos presupuestos son cubiertos con los impuestos de los ciudadanos.

No estamos hablando de posibles huracanes, inundaciones por lluvias intensas, o sismos que afortunadamente no se presentan en nuestra península con gran intensidad que sean motivo de preocupación; estamos tocando del tema de las quemas intensas que producen incendios forestales de grandes magnitudes, la mayoría de las veces causadas por la negligencia del hombre, llámense campesinos, personas irresponsables, por mencionar algunas de ellas. Sabiendo que cada año hay épocas de calor intenso que seca nuestra débil selva peninsular, no se han tomado medidas eficientes para que nuestra flora de sabana sea afectada por los efectos destructivos del fuego, con las consabidas afectaciones a grandes extensiones de árboles, muchos de ellos en peligro de extinción, por lo que hay que adiestrar a los campesinos en la prevención, como hacer guardarayas para evitar la propagación de incendios.

Trasladándonos a Mérida especialmente, vemos infinidad de edificios antiguos a punto de colapsar, no solo en sus paredes externas, sino también con las molduras que se desprenden desde más de diez metros de altura como ha sucedido en la calle 65 donde abundan construcciones del siglo XIX, cuyas fachadas presentan grandes daños estructurales en los adornos hechos con tarrajas muy comunes en dicha época, que se reblandecen en época de lluvias y que de milagro no han matado a los transeúntes que circulan por las calles aledañas al mercado y a los comercios del área. Hace algunas semanas, un gran pedazo de moldura se vino abajo en el jardín de niños de la escuela Nicolás Bravo del barrio de Santiago en plena entrada de los niños, poniendo en peligro, no solo a los infantes, también a sus padres que los llevan diariamente, y es la hora que hasta el momento no se han pronunciado las autoridades de protección civil y menos de la Secretaría de Educación Pública estatal.

Si no se toman las medidas pertinentes para reparar las fachadas y techos de muchos comercios que ocupan las referidas casonas y edificaciones sin mantenimiento, pueden ocurrir desgracias que lamentar, ya que sus dueños solo piensan en sus rentas y pocas veces en la integridad de los empleados que trabajan en muchas tiendas que se encuentran en los citados edificios, así como de las personas que caminan cerca de los vetustos inmuebles, siendo muy factible que suceda un accidente fatal. Cada cierto tiempo se anuncia con bombos y platillos la creación del plan municipal de desarrollo, que por lo visto no contemplan la revisión de predios en mal estado, así como tampoco hacen nada para planear estrategias para protección de los peatones que circulan por estrechas banquetas anexas a peligrosas y concurridas rutas de autobuses del primer cuadro meridano, poniendo en peligro las vidas de muchos peatones, principalmente alumnos, como sucede en los centros escolares del centro, especialmente en el barrio de Santiago desde la calle 59 hasta el rumbo del zoológico y el Parque de la Paz, donde se encuentra el campus de la salud de la UADY.

No podía pasar por alto la falta de protección en esquinas conflictivas que requieren rieles o postes de protección para evitar que los automóviles que colisionan puedan impactar los predios al subirse a las banquetas pudiendo causar impactos de grandes dimensiones, tal como se han publicado en las notas de los principales periódicos locales, incluso se le ha manifestado al alcalde en sus visitas de pavimentación de algunas arterias muy traficadas; parecería que se está en espera de que ocurra algún hecho trágico para tomar cartas en el asunto. No se pretende con estas inquietudes crucificar a autoridad alguna, pues la convivencia empática en una población de cualquier ciudad y más aún en la que vivimos, compete a los ciudadanos en general y a sus autoridades que han sido electas pensando en el bien común, formar equipo de manera mutua para hacer de nuestro estado y sus centros habitacionales, lugares dignos de habitar con la debida protección civil de las dependencias que fueron creadas para tal efecto.

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