Estados Unidos enfrenta una creciente crisis económica debido a su descomunal deuda federal, que ha alcanzado los 28 billones de dólares. La situación ha generado preocupación por el impacto a largo plazo sobre la estabilidad fiscal del país y la capacidad de futuras administraciones para manejar crisis económicas. Tanto el expresidente Donald Trump como la actual vicepresidenta Kamala Harris han sido criticados por no abordar el problema de manera directa durante sus respectivas campañas y mandatos.
Durante el gobierno de Trump, la deuda nacional aumentó considerablemente, principalmente debido a políticas de recortes de impuestos y un incremento en el gasto público, especialmente durante la pandemia de COVID-19. A pesar de prometer que reduciría el déficit, las medidas tomadas durante su administración contribuyeron a un déficit fiscal que alcanzó los 2,8 billones de dólares en 2021.
Por su parte, Harris ha propuesto aumentar los impuestos a las grandes corporaciones, pero también ha sido criticada por no priorizar soluciones más efectivas para reducir la deuda. Según expertos como Kent Smetters, de la Universidad de Pensilvania, “los políticos prefieren ofrecer beneficios a corto plazo en lugar de abordar problemas estructurales a largo plazo como la deuda”, lo que retrasa la implementación de las duras medidas necesarias.
El problema se agrava con las proyecciones de la Oficina Presupuestaria del Congreso, que indican que el gasto en intereses de la deuda superará en 2024 a otros sectores clave como la defensa y los programas sociales.
La falta de un consenso político para implementar recortes del gasto o aumentar los impuestos hace que el panorama económico de EE. UU. sea cada vez más incierto.
