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José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas.

En los 37 años que llevo de periodista siempre hubo en el medio una sombra que se erguía cuando de libertad de expresión se trataba: no meterse ni con el ejército, la iglesia -menos la virgen de Guadalupe- y aunque nada decía del gobernador o el presidente se aplicaba la misma regla. Esa regla ha cambiado y vaya que llevó no sólo años sino sexenios de presiones y acuerdos.

Sin embargo, era una regla no escrita y como toda regla así, pues se sobre entendía que así era. Varias historias decían que Productora e Importadora de Papel (Pipsa) tenía como una de sus funciones no vender papel periódico a los medios que resultaran incómodos al gobierno, que era su propietario, para controlar su circulación.

Lo mismo sucedía con la radio y teve que eran controlados por la Secretaría de Gobernación quien, a través de su dirección de Radio, Televisión y Cinematografía, se encargaba de la censura de los programas de radio y televisión y, por supuesto, del cine.

Series como Ultramán, en los años 70, por “incitar a la violencia” o el show del Loco Valdés por hacer bromas sobre Benito Juárez, o la ausencia de bandas internacionales de rock en los años de las presidencias de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría o películas como El Bulto -un fotógrafo golpeado por paramilitares del gobierno permanece en coma 20 años, cuando cubría  los asesinatos del gobierno de Echeverría el Jueves de Corpus-, o Rojo Amanecer, que narra desde un departamento como pasa una familia el asesinato de líderes estudiantiles en Tlatelolco en 1968, ordenada por el gobierno de Díaz Ordaz.

La historia de la censura le tocó a Jaime Camil por darle un beso gay a su pareja en una serie de teve en 2010.

Empero, quizá el más emblemático de los casos los vivió el periódico Excélsior cuando por órdenes del presidente Luis Echeverría en 1976 el matutino fue tomado por “cooperativados” que expulsaron a Julio Scherer García de la dirección junto con sus colaboradores Carlos Marín, Manuel Becerra Acosta, Miguel Ángel Granados Chapa, Hero Rodríguez Toro.

La queja quedó plasmada y con ello evidenciado el motivo político en un desplegado que firmaron, entre otros, Heberto Castillo, Salvador Elizondo, Francisco Fe Alvarez, Gastón García Cantú, Ricardo Garibay, Juan José Hinojosa, Jorge Ibargüengoitia, Armando Labra, Pablo Latapí, Carlos Monsiváis, Froylán López Narvaez, Miguel López Azuara, Ángeles Mastreta, Samuel Máynez, Enrique Maza, Rogelio Naranjo, José Emilio Pacheco, Francisco Paoli Bolio, Carlos Pereyra, Abel Quezada, Rafael Rodríguez Castañeda, Esther Seligson, Samuel del Villar, Abelardo Villegas…

El tema no es menor. La censura política no está desterrada del México moderno y aunque la ejerció con sutileza y muy bien el gobierno en turno, la realidad es que lo peor y más dramático es la manifestación abierta, sin ambages de Andrés Manuel López Obrador que ni siquiera es presidente y si aspira a serlo.

La reacción de Andrés Manuel sobre el anuncio de una seriesobre el populismo en América Latina que él cerraría con un capítulo completo, no sólo evidenció su intolerancia sino que también su influencia al hacer que varias plataformas digitales se negaran a exhibirla y hasta los autobuses contratados para publicitarla prefirieron deshacer el trato.

Los dichos de José Ignacio Taibo II, hijo de españoles radicales de izquierda, sobre una supuesta presión de los empresarios más ricos de México lo llevó a exponer que los hombres que generan el empleo en el país que no apoyen al caudillo, pues que se les expropien sus plantas, sus bienes.

Andrés Manuel, el virtual ganador de las elecciones que aún no se realizan, ha acreditado que también detendría la construcción del aeropuerto, pero pareciera que le suaviza el castigo a la corrupción y a la delincuencia organizada pues promete que no pasará nada: ni investigará a Peña Nieto ni habrá cárcel para los capos del narco porque éstos se convertirán tan pronto el tome posesión y México se convierta en la república amorosa. El cambio por arte de magia.

Incapacitado para responder, Andrés no sabe explicar cómo es que el líder honesto transmitirá su honestidad a todo el país, pero más a sus colaboradores. No tuvo argumentos cuando se le preguntó por qué esa magia no operó cuando fue jefe de gobierno de la capital y pudimos ver a Bejarano, Imaz, Ponce y demás colaboradores suyos, de primera línea, embolsarse grandes sumas de dólares.

Andrés se califica como el candidato antisistema y la gente, sus seguidores, se lo compran. Nadie pareciera reclamarle que se afilió al PRI después de la masacre de Tlatelolco y los asesinatos del Jueves de Corpus conocidos como el “halconazo”, que no dijo nada de la expropiación de los bancos y menos de la corrupción de López Portillo y el grave problema económico que derivó en crisis por la corrupción de Luis Echeverría.

Andrés no vio nada de las consecuencias que pagamos como país en los días de Miguel de la Madrid cuando la inflación llegó a 4030% y había cambio de precio prácticamente diario y por horas. Eso sí, se convirtió en adalid de la democracia al negarle el PRI la candidatura a gobernador de Tabasco y se alió al movimiento democrático nacional con Cuauhtémoc Cárdenas –con quien no habla-, con Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, nunca con Heberto Castillo o los líderes de la izquierda auténtica del país.

López Obrador ha usado más de siete partidos para hacer campaña, para usufructuar esos $4,500 millones que ha dispendiado en sus tres aspiraciones presidenciales. Sin embargo, la gente, la población no reacciona, no analiza como tampoco lo hizo durante los más de 80 años del PRI y la ausencia de alternancia en muchos estados.

Pareciera que el hartazgo social será capaz de cambiar todo, para volver a empezar desde el principio, pero con los mismos de siempre. Nadie más fiel al autoritarismo, a la ausencia de independencia, y seguidor del sistema político qué conocemos que Andrés. Él es el único priista auténtico, de cuño, en la boleta, pero la gente pareciera no entenderlo y votaría por él sólo para cambiar y regresar a lo mismo.

México está en una encrucijada: o cambiamos realmente o fingimos que avanzamos con el más retrógrada y conservador de los candidatos. Cuidado, las elecciones serán hasta el uno de julio, después de eso no vale la pena quejarse. Cada uno es responsable de su voto.

José Francisco Lopez Vargas
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