La Revista

Dignidad en la vivienda

Simón Vargas Aguilar

Aunque con el paso de los años casa y hogar han sido usados como sinónimos, sus raíces gramaticales son muy diferentes e incluso podría decirse que nos remontan a emociones y sentimientos especiales y trascendentales. El término casa proviene del hebreo kisá que en español significa “cubrir”; sin embargo, hogar procede del latín focare y hace referencia al lugar donde se encendía el fuego.

Podemos tener una casa, pero no un hogar; una vivienda física no garantiza el amor, la comprensión y la paciencia que implica el sentimiento que relacionamos con el hogar y el conjunto de individuos que nos ayudan y nos impulsan cuando más requerimos aliento.

Un hogar se refiere a los vínculos de las personas y cada hogar requiere habitar un lugar físico, por lo que hoy abordaré la importancia de la dignidad de la vivienda. ¿Qué viene a nuestra mente cuando mencionamos la palabra casa? Usualmente hacemos referencia a nuestro patrimonio, un espacio seguro para vivir, un lugar que será heredado a nuestros hijos o nietos y que a su vez representa también cierta estabilidad tanto para ellos como para nosotros.

La evolución de las viviendas a lo largo de la historia ha sido visible e implica diversos puntos de análisis. Las primeras fueron cuevas y chozas elaboradas con ramas y algunos otros componentes, pero a medida que las civilizaciones florecieron se produjo una serie de cambios arquitectónicos, como las construcciones de la antigua Mesopotamia; sin embargo, es probable que una de las mayores transformaciones se diera durante la Revolución Industrial, en que la urbanización y el crecimiento poblacional produjeron la realización de los denominados “multifamiliares”.

El siglo XXI se ha encargado de que la tecnología, la sostenibilidad y la innovación sean las características esenciales en cuanto a las casas, aunque desafortunadamente cada vez es más difícil adquirir una vivienda o un espacio para la construcción; en nuestro país, de acuerdo con datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en su análisis Principales retos en el ejercicio del derecho a la vivienda digna y decorosa afirma que tener una casa apropiada implica: 1) que no se ponga en riesgo la satisfacción de otras necesidades básicas; 2) que cuente con seguridad en su tenencia; 3) con materiales y diseño de calidad; 4) bien ubicada y con acceso a servicios básicos y complementarios funcionales y suficientes; 5) emplazada en un barrio seguro, con espacios comunes, áreas verdes y calidad comunitaria; 6) con un diseño que como unidad y como asentamiento atienda a estándares técnicos de calidad y sea aceptable para sus habitantes, y 7) en un hábitat digno, integrado al entorno natural de manera responsable e incorporando tecnologías.

Claro que lo mencionado anteriormente es sólo el ideal de muchos mexicanos; sin embargo, los datos arrojan información desalentadora. Esta misma institución menciona que en México existe un rezago habitacional de 45 por ciento con una clara desigualdad en disponibilidad de equipamiento, infraestructura, y acceso a servicios básicos, además de que más de la mitad de las personas se encuentra por debajo de la línea de bienestar y únicamente 14.7 por ciento de las reservas territoriales tienen ubicaciones adecuadas para el desarrollo de vivienda.

Muchos desafíos son los que se deben abordar, sobre todo porque, de acuerdo con datos de ONU-Habitat, hay casi 2 mil áreas metropolitanas en todo el mundo, en las que actualmente vive un tercio de la población mundial y se proyecta que para los próximos 15 años habrá casi mil millones de personas que se convertirán en habitantes metropolitanos y para 2035 existirán alrededor de 430 nuevas metrópolis.

Tan sólo en nuestro país se observa un detrimento del tamaño en las construcciones, los materiales que se usan y la calidad de los espacios. ¿Cuántas personas carecen de privacidad?, ¿cuántas familias no viven con miedo al desalojo?, incluso ahora con los estragos del cambio climático, ¿cuántas viviendas no tienen protección ante los fuertes fríos, carecen de ventilación para enfrentar las abrumadoras olas de calor o presentan daños estructurales ante lluvias o rachas de vientos?

Muchas son las preguntas que surgen alrededor del tema de las viviendas e incluso por separado deben analizarse las diferentes situaciones que implicó y la manera en que la arquitectura y el diseño de las viviendas y parques impactó tras la pandemia por SARS-CoV-2 y el confinamiento, temas que abordaré en una futura publicación.

El trabajo debe ser conjunto entre los diferentes niveles de gobierno, las instituciones públicas y privadas e incluso los colegios de arquitectos, ingenieros, notarios y, por supuesto, las empresas de construcción e inmobiliarias, por lo que quizá implementar las estrategias y los lineamientos sea complejo, pero no imposible.

No podemos perder de vista que todos necesitamos un refugio, un lugar donde dormir, donde podamos recordar la importancia de la unión, un espacio que nos permita recobrar el aliento, un sitio que nos brinde la oportunidad de escapar de aquello que nos aqueja; lamentablemente aún nos queda mucho camino para lograr viviendas dignas.

*Consultor en temas de seguridad, inteligencia, educación, religión, justicia, y política.

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