Coincido contigo Alberto: cuando un amigo se va queda un espacio vacío, se detienen los caminos, se queda el árbol caído. Pero ¿sabes qué? En mi caso ha ocurrido algo más, la muerte de Herbé, aunque no me tomó de sorpresa, me hizo desandar ese camino, recordar los muchos momentos que estuvo a mi lago siempre con la mano extendida presto a apoyarme en todo.
Mamá Sara, me confío un día al recordar su niñez en Motul, me compraba los zapatos de un número mayor para que me duren más, así me educaron en el ahorro. Pero claro que no aprendió nada, como cantaba Roberto Carlos, Herbé conmigo fue por demás generoso, no se ahorró nada, en todo camino y jornada estuvo siempre conmigo, fue su corazón una casa de puertas abiertas.
Recuerdo que juntos pasamos muy duros momentos, su amistad quedará plasmada en mis recuerdos por la confianza que me tuvo al descargar en mí las cosas que le eran muy pesadas, políticas y de familia. Siempre nos hablamos como hermanos, como amigos sinceros, en las duras y en las maduras.
Cuando un amigo se va galopando su destino es momento de reflexionar, de hacer un balance de nuestras vidas, de apuntalar lo bueno que hemos hecho y de corregir nuestras fallas y errores, de sentir el viento que se aproxima derribando árboles a su paso, que no volverán a brotar. Es tiempo de darnos cuenta que el tiempo se nos acaba.
Descansa en paz Herbé Rodríguez Abraham, gracias por tu compañía, por tu generosidad y por tu enseñanza. Como decía Alberto Cortez, dejas un espacio vacío porque, bendito Dios, fuiste mi amigo y hermano a la vez.
Me quedo con los gratos recuerdos, siempre es grato así sentir que yo tuve un gran amigo.