La Revista

Doña Landy

Francisco Solís Peón
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Cultura, por: Francisco Solís Peón.

Hay personas que a fuerza de personalidad se transforman en referente obligado de la memoria, las dejamos de ver por años y siempre tendremos la certeza de que están ahí en cuerpo y recuerdo.

Tal es el caso de Doña Myrna Landy Acevedo de Rodríguez, quien físicamente dejó de existir pero que nos legó innumerables anécdotas que al paso del tiempo se convirtieron en lecciones de vida.

De carácter fuerte, Doña Landy se levantaba todas las mañanas para enfrentar los retos cotidianos de la vida, le gustaba tratar con la gente, llegar a cualquier tipo de acuerdo que resultase favorable a todos los involucrados y aún después, a altas horas de la noche, seguía conviviendo pero a través de las revistas del hogar, costumbre muy en boga entre las damas de su generación.

No es de extrañarnos que fuera una excelente vendedora de bienes raíces, recuerdo que decía: “Cualquiera puede vender barato, el chiste está en vender al precio justo y que las partes lo entiendan, que nadie se sienta defraudado”.

Por lo demás era capaz de vender casi de todo, a veces daba la impresión que tenía todos los recursos para resolver cualquier situación comercial; para unos niños como nosotros era algo así como una “súper mamá”.

A tal grado que el tramo de Circuito Colonias donde ella vivía, era para la comunidad de San Miguel “la calle de Doña Landy” prácticamente nadie le llamaba por su nombre “Avenida Miguel Canto Solís”.

Entablé una entrañable amistad con Roberto, su hijo menor, al grado que lo considero un verdadero hermano, por ello pasé muchísimas horas en su casa haciendo nada, lo cual resultaba muy divertido aunque no lo crean. Hablábamos de todo, de política, deportes, García Márquez, la heráldica emeritense tan flemática como inútil, y un millón de babosadas más que sin embargo para un despistado como yo representaba un mundo fascinante.

No importaba el tema a tratar, Doña Landy siempre conocía a alguien involucrado, o que era autoridad en la materia, o conocía a alguien que conocía a alguien involucrado o que era autoridad sobre el tema, o conocía a alguien… y así sucesivamente.

Era un ama de casa entregada a sus hijos, en especial a la mujer con su mismo nombre, los tres, Roger, Landy y Roberto son el tipo de personas que bien vale conocer en esta vida.

Alguna vez coincidimos en el salón familiar del “Lucero del Alba”, éramos cinco personas a la mesa y cuatro de ellas escuchamos platicar a Doña Landy con la boca abierta, la sutil vehemencia de sus historias valía oro y no daba tregua posible para el aburrimiento.

La última vez que convivimos fue durante la graduación de la prepa, hace ya más de 32 años, nunca olvidaré el oportuno gesto que tuvo para mí persona aquélla noche.

Hoy me dicen que se ha ido, no es cierto, personajes como Doña Landy Acevedo nunca se van del todo.

POSDATA: Siempre tuve la curiosidad de saber su edad, en las transacciones comerciales sus generales decían “mayor de edad legal”, y ni pensar en preguntarle. Su obituario no me sacó de la duda.

Francisco Solís Peón
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