Sobran los motivos, por: Jordy R. Abraham Martínez.
JordyAbraham@gmail.com / @JordyAbraham
Se
dice que cada uno es esclavo de las palabras que pronuncia, al tiempo que es
dueño de lo que calla. La prudencia es una cualidad humana que todo individuo
debería de desarrollar, ya que esta viene acompañada de múltiples beneficios.
En
ocasiones la impulsividad nos provoca la aparente necesidad de expresar nuestro
sentir o pensar, sin considerar el entorno, el momento, ni las circunstancias.
Lo anterior es particularmente notorio cuando nos sentimos agraviados, molestos
o indignados por alguna situación determinada.
Lo
cierto es que no es fácil conducirse de una manera prudente, por lo cual es
indispensable ir cultivando esta virtud a lo largo de la vida, de la mano de la
inteligencia emocional. Otro dicho popular indica que no siempre es oportuno
decir lo que se piensa, sin embargo, siempre se debe pensar lo que se va a
decir.
Aquello
que ya se ha dicho, no puede ser retirado, por lo que es sumamente peligroso
hablar de más cuando las emociones se encuentran exacerbadas. Es de sabios
razonar antes de externar un punto de vista, como afirma el proverbio: “cuando
hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio”.
Quienes
no dominan sus pasiones ni controlan sus impulsos, tienden a ser imprudentes al
expresarse. El arrepentimiento es recurrente para esta clase de personas,
debido a que los costos a pagar pueden ser muy elevados a nivel profesional y
personal.
Ahora
bien, la prudencia no solo debe radicar en el hablar, sino también en el
actuar. El decidir qué hacer y cuándo hacerlo implica habilidad, así como
sensibilidad. Nuevamente, las emociones negativas pueden jugar en nuestra
contra, orillándonos a ejecutar conductas desmedidas o poco racionales.
La
ira y el rencor, por citar ejemplos, tienden a ser enemigas de la prudencia, no
obstante, es necesario aprender a escoger las batallas que se van a librar,
nunca generando discordia ni violencia, sino siempre con arreglo a la
diplomacia, la empatía y la conciliación.
Por
otro lado, virtudes como la templanza, la paciencia y el pensamiento crítico,
nos permitirán que la prudencia sea un objetivo más asequible de alcanzar. Ser
contundente en las palabras que se emiten y contundente en las acciones, esa es
la culminación de los que poseen este gran valor humano.
Reflexionemos
sobre nuestra manera de pensar, hablar y actuar, conscientes de que la
congruencia es la clave para ser ejemplos de honorabilidad. Cuando la mente, la
boca y las manos se alinean para trabajar con responsabilidad por causas
justas, los resultados suelen ser positivos, pero sobre todo trascendentales.
Construyamos juntos una sociedad más racional, más igualitaria y con más
valores.


