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Ebrard en los tiempos de López Obrador

Jorge Fernández Menéndez
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Razones, por: Jorge Fernández Menéndez. 

La renuncia de Martha Delgado a la Subsecretaría para
Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de Relaciones Exteriores para
encabezar la precampaña de Marcelo Ebrard es algo más que un simple movimiento
interno. Es la confirmación de que Marcelo va a pelear la candidatura, aunque
los astros presidenciales parecen estar alineados con la jefa de Gobierno,
Claudia Sheinbaum, que el mismo día que renunciaba Martha anunciaba que se
había convertido en abuela por el nacimiento de Pablo, primer descendiente de
su hijo Rodrigo.

Lo que está haciendo el canciller no es nada
descabellado. De lo que se trata, al tiempo que el propio Presidente parece
haber adelantado aún más los tiempos de la sucesión, es de hacer explícito que
está en campaña interna; reafirmar su demanda de que la dirigencia del partido
pida que los aspirantes se separen de sus cargos con anterioridad y que se vean
todos involucrados en una campaña que incluya uno o dos debates.

Al tiempo, demanda que la pregunta de la encuesta sea
sencilla y directa: ¿quién quiere usted que sea candidato por Morena?, para no
estar expuesto a interpretaciones, como las que lo llevaron a resignar sus
aspiraciones en los comicios de 2012 en favor de López Obrador. Dice Marcelo
que si entonces declinó en favor del ahora Presidente, las circunstancias, 12
años después, obviamente, han cambiado y en esta ocasión seguirá hasta donde
sea necesario. ¿Podría significar ello, como se ha especulado, que Ebrard
pudiera romper con Morena? En la política nacional todo es posible, pero lo veo
mucho más enfocado en ganar dentro del partido, en convertirse, más allá de las
filias y fobias internas, en un candidato necesario para atender la coyuntura y
con posibilidades de crecer dentro y fuera de Morena.

No es casual que quien haya dejado la cancillería haya
sido Delgado: es la que tiene mayores posibilidades de operación en un ambiente
de precampaña; no es militante de Morena (ni de ningún otro partido), lo que le
da mayores libertades y viene trabajando con Ebrard desde hace años. No hará
algo diferente a lo que hizo en la subsecretaría: conciliar voluntades, acercar
personajes, fuerzas, me imagino que recursos, aprovechando las muy buenas
relaciones que ha construido a lo largo de los años.

Los tiempos de la sucesión, lo sabemos, los pondrá el
presidente López Obrador y nadie más. El evento del viernes pasado en Palacio
Nacional con los senadores y precandidatos fue una reafirmación en ese sentido.
Pero lo que está haciendo Ebrard es presionar a la dirigencia nacional de su
exaliado —ahora están muy distanciados—, Mario Delgado, para que le dé forma a
esa sucesión, se aleje del simple dedazo y, con ese margen de competencia,
poder ampliar sus posibilidades. Es una jugada inteligente porque le permite
operar en un espacio que en el ámbito gubernamental no tiene. Una cosa es hacer
campaña interna desde la jefatura de Gobierno de la ciudad o desde la
Secretaría de Gobernación, incluso desde el Senado, y otra muy distinta es
hacerlo desde la cancillería, más aún cuando pareciera que cada día hay que
apagar un fuego iniciado en Palacio Nacional con alguno de nuestros aliados.
Simplemente, las diferencias presupuestales y operativas de esas dependencias
respecto a la cancillería son abismales.

Los tiempos se acortarán. Dicen que el presidente
López Obrador quisiera tener en septiembre candidato presidencial, en octubre,
los nueve candidatos a gobernador, incluyendo la Ciudad de México, y en
noviembre ya poder entrar de lleno a los diputados y senadores. Si es así o,
incluso, si ese calendario se retrasa algunas semanas, los tiempos ya prácticamente
se acaban y, pasadas las elecciones de Coahuila y del Estado de México del 4 de
junio, ya estaremos en etapa de definiciones. Eso es lo que intenta forzar
Ebrard.

¿Y LA OPOSICIÓN?

La oposición se opone al plan B, a la Guardia Nacional
en la Defensa, defiende al Inai y varias otras buenas causas, pero están
terriblemente atrasados en lo que debería ser su principal quehacer: definir
dos, tres perfiles presidenciales y los liderazgos locales que pueden hacerla
competitiva en 2024.

Después de la manifestación de febrero decíamos que
éste era un movimiento social de oposición sin liderazgos. Y sigue sin tenerlos
ni buscarlos. Ni Alejandro Moreno ni Marko Cortés, como dirigentes del PRI y
del PAN, quieren dar el paso de buscar una candidatura realmente representativa
y que los trascienda. Apenas esta semana ratificaron que irán en alianza junto
con el PRD en la Ciudad de México.

Está muy bien, la pregunta es con quién y cómo
elegirán esos aspirantes. No se construye una candidatura en semanas y mucho
menos a alguien que realmente pueda competir. Tenemos una oposición sin cabeza
y ésa es una muy mala noticia. El oficialismo lo sabe y la manipula con
facilidad para que así siga el mayor tiempo posible.

Jorge Fernández Menéndez
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