La Revista

Economía sin lágrimas

Angel Verdugo
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Por Ángel Verdugo

Para nadie es un secreto que los problemas que enfrentamos se deben, esencialmente, a una gobernación errática y llena de ocurrencias las cuales, han estado presentes desde el principio de esta administración.
La apuesta del equipo económico fue un altísimo riesgo; apostar a seis años de expansión económica fue, por decir lo menos, un error estratégico cuyas consecuencias hoy, no alcanzamos a cuantificar. Si bien el designado secretario de Hacienda veía dicha apuesta como su pase a la candidatura presidencial, ya una obsesión para entonces, hoy no pasa de ser, aquélla, una ilusión juvenil.
Esa ocurrencia no fue la única, pero sí la más dañina. Como resultado de la integración del gabinete —poblado de políticos pueblerinos y aldeanos—, la gobernación resultante fue similar: chiquita, pueblerina. Tan lo fue, que a aquella apuesta le adosaron un crecimiento explosivo de la Deuda Pública lo cual, hoy lo vemos, echó por tierra lo soñado.
Las ocurrencias siguieron; la Democratización de la Productividad y el Presupuesto Base Cero, las más sonadas. Ninguna funcionó porque no hubo capacidad para entender la complejidad de la economía y hoy, como consecuencia de ellas, estamos en medio de un desastre que no se atreven a reconocer. Las cosas hoy, dígase lo que se diga, parecen un papalote sin cola, a merced de los vientos que lo llevan de un lado para otro.
Lo peor de lo descrito, a querer y no, está centrado en la elección del próximo presidente de Estados Unidos. ¿Trump o Clinton? Aquí, siguiendo ciegamente las encuestas afirmamos —casi unánimemente—, que la señora Clinton será la próxima presidente de Estados Unidos; sin embargo, ¿qué pasaría si ganare Trump?
De aquellas ocurrencias, si bien en el olvido, sus efectos están presentes; es ahí, en medio de ellos, donde debemos manejar con gran habilidad y visión de largo plazo nuestras relaciones con ese país.
La jugada del Presidente, que casi todos han ridiculizado, tiene la lógica de la razón de Estado; quizás mi opinión le parezca a usted, por decir lo menos, una locura. Sin embargo, ¿por qué no tomar aquélla en serio? Para empezar, ¿por qué descartar una derrota de la señora Clinton? Si perdiere, ¿en qué posición quedaríamos, de haber tomado partido en su favor y despreciado a su adversario?
La invitación, por más mofa que hagamos, se inscribe en la lógica de Estado, que debe privilegiar la neurona, no el sentimiento. Además, un jefe de Estado no hace lo que quiere, sino lo que debe. ¿Por qué no privilegiar entonces objetividad y prudencia, y mantener al país fuera de una pugna donde, de participar, los costos serían más que los beneficios?
Sé de los juicios acerca de la incapacidad y limitaciones del Presidente; sin embargo, en una decisión como ésta, ¿por qué no aceptar que podría haber razones válidas para tomarla?
A contrapelo de los que dicen que con Trump nos iría mal, pienso que no es así. Si revisáremos las ideas proteccionistas de la señora Clinton, su aceptación de las propuestas de Sanders, las alianzas con lo más atrasado del Partido Demócrata y su inclinación por la solución militar, concluiríamos que con quien sí nos iría mal, sería con ella.

Angel Verdugo
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