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Ego

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por. Francisco López Vargas. 

Los presidentes que hemos tenido en México no han
entendido lo que la gente considera importante. Díaz Ordaz jamás se dio cuenta
lo que se gestaba con el movimiento estudiantil de 1968; Luis Echeverría
tampoco pudo magnificar lo que terminó en la matanza del Jueves de Corpus y
menos el nacimiento de la guerrilla.

López Portillo vivió la presidencia para gozarla y a
pesar de que la recibió quebrada, la euforia del boom petrolero lo terminó de
distanciar de la realidad al grado de presumir su nepotismo y dejó a Miguel de
la Madrid un país sumido en una crisis que de la política había contagiado a la
económica.

A De la Madrid lo dejó perplejo el país que recibía:
estaba en quiebra. No pudo con el desastre de dos sexenios populistas y
egocéntricos y para colmo se presentó el terremoto de 1985 y un año antes la
desgracia de San Juanico –donde explotó una planta de almacenamiento y distribución
de gas de Pemex-, en el Estado de México.

De la Madrid tomó decisiones controvertidas. Entró
México al Gatt, Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles y con ello dio el
primer paso para liberar la economía de las decisiones del Estado y de los
hijos de la revolución.

Carlos Salinas concretó el ingreso a la Organización
Mundial de Comercio y luego de tres sexenios de vaivenes económicos y
políticos, nos vendió la idea de que estábamos listos para el primer mundo.
Revirtió la euforia estatista de Echeverría y López Portillo, pero a él también
le estalló Chiapas y el movimiento zapatista. Salinas se mantuvo y al elegir a
su candidato presidencial, todo parecía indicar que su proyecto continuaría,
más cuando Manuel Camacho se reconcilió con Colosio lo que derivó en dos
asesinatos: Colosio y Ruiz Massieu.

En medio de esa crisis política, Zedillo recibe un
país que se le desquebraja en una crisis provocada por un error en diciembre de
1994 provocada por la falta de reservas
internacionales.

La recesión, que ocasionó una devaluación del peso de
más de 100 por ciento, la erosión de las reservas internacionales, una caída
del Producto Interno Bruto (PIB) de 6.2 por ciento, la quiebra de los bancos y
cientos de miles de desempleados, ocurrió a los pocos días de que el
expresidente Salinas de Gortari dejara el poder y al inicio del sexenio de
Zedillo, quienes se acusaron mutuamente del acontecimiento.

El ego llevó a Echeverría a decir que la economía se
manejaba en los Pinos y no en Hacienda; a López Portillo a reconocer su
banalidad y despilfarro lamentando que nos hayan saqueado al tener que anunciar
una devaluación y la nacionalización bancaria.

De la Madrid fue un presidente de bajo perfil y
Salinas pretendió no sólo desaparecer al PRI para crear el partido Solidaridad
sino convertirse en el presidente de la OCDE y desde ahí acrecentar su
proyecto.

Zedillo se convirtió, quizá sin quererlo, en el héroe
nacional al terminar su sexenio y recuperar buena parte de lo que en esos tres
sexenios se había perdido afectando el propio. Zedillo abrió la puerta a la
alternancia y en ella los principales actores, Vicente Fox y Felipe Calderón,
dejaron al país operando con el mismo sistema económico ideado desde fuera.

Fox prefirió voltear la cara antes de ponerla al frente
de los problemas que se encontró y Calderón trató de convertirse en el
presidente del empleo pero le estalló la crisis internacional de 2008 y la
epidemia del virus H1N1.

La guerra contra el narcortráfico le costó el PAN
regresar por tercer sexenio a la presidencia además de que su candidata ,
Josefina Vázquez Mota, nunca levantó y su campaña estuvo carente de emoción y
de propuestas. Ella no era era el Plan A de Calderón, cambiado por la muerte de
su verdadero proyecto, Juan Camilo Mouriño Terrazo.

Hoy nos gobierna un presidente que llegó al país por
el hartazgo de la indiferencia del gobierno de Peña Nieto, por su incapacidad
de ser ciudadano presidente, pero sí presidente onmipotente. Peña inició su
gestión con demasiadas expectativas y en el camino pensó que esas le
permitirían los conflictos de intereses y la corrupción que caracterizó a su
gobierno.

El hartazgo de tantos años de esperar ese “ya merito
nos desarrollamos” y la ofensiva corrupción, le permitieron a López Obrador
llegar a la presidencia con una legitimidad irrevocable.

Sin embargo, a 15 meses de su gestión, el presidente
acredita que él es quien todo debe encabezar, todo debe de informar y que su
opinión y criterio es el único que vale en su gobierno y que sus quejas y
protestas son las únicas que vale escuchar.

El lunes pasado el presidente debió sentirse
“moralmente derrotado”: una marcha sin patrocinadores, que no era contra él, le
dejó claro que son más quienes le reclaman su falta de resultados y eso sabe
que no puede revertirlo. Apoyemos a las mujeres que acreditaron ser mucho
mejores que los hombres en eso de organizarse. Bueno, hasta que la oposición.

José Francisco Lopez Vargas
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