Por: Cristina Padín
Y entonces la más joven de las muchachas se descalzó y entró
en el río Jordán.. y rellenó de agua, agua sagrada, una botella. La bendijo
después un cura… y fue de lo más preciado que trajeron del viaje. Los
recuerdos, aquella sensación tan grata en el alma..
Y el agua del Jordán..
La mayor de las chicas embotelló una parte de aquella agua
(no aquel agua, recordaba siempre las lecciones de su profesor Eduardo) y la
regaló al torero que cada tarde regalaba faenas de pureza y arte. Y el agua sonrió…
La mediana de las jóvenes hizo lo mismo.. le encantó aquel ritual
tan lleno de pureza.. y obsequió un pequeño frasco a la anciana de la aldea que
adoraba viajar, aunque lo hiciera menos de lo que quisiera. Y otro a L: el niño
que ofrecía a diario su dulce sonrisa. Y el agua bailó…
Todas las señoritas.. y eran más que las que son las que
habitan la casa de Bernarda Alba.. quisieron entregar otro de los botecitos al
que era tan valiente que incluso la propia Valentía le había homenajeado… Y
el agua aplaudió y fue muy feliz…
La valentía es una cualidad muy bella…
Al agua del Jordán
Una representación de una jornada ideal de mi viaje y de las
vicisitudes de estos días
A La casa de Bernarda Alba, tan opresiva como fascinante
A los regalos
(Tengo agua del Jordán para todos aquellos que son importantes
en mi vida)
Para los toreros, en especial Juli y Ale Talavante
Para mi querido Jm
Para Luis
Para cada anciana en una aldea, tan ideales
Para los que son muy valientes
Y para la verdad
