MEMORIAS III
Por Marco Antonio Cortez Navarrete
En mi anterior artículo les comenté que cuando estudié la secundaria y la preparatoria, en mis cuadernos, además de los apuntes y tareas, dedicaba páginas para redactar historias acompañadas de dibujos producto de mi imaginación y por el gusto por el béisbol, el boxeo y el fútbol.
Cuando fui adolescente los Leones de Yucatán jugaban en el parque Carta Clara y para ir a un encuentro utilizaba dos camiones urbanos, de mi casa al centro y del centro al estadio. El tema es que al llegar y no tener dinero para entrar veía el partido a través de las rendijas de una cortina de metal detrás del home, a través de la cual lograba ver la espalda del umpire, la del catcher y el perfil del bateador.
Desde ahí escuchaba y disfrutaba los contacto con la pelota y los gritos de la los afición y con un pequeño radio en mi mano escuchaba al Primo Abraham y a Jorge Blanco Martinez y tal vez gozaba más que estar adentro. Al término de la parte alta del cuarto inning cuando el juego ya era legal levantaban la cortina y entraba la gente, entre ellas yo.
En dos o ocasiones intenté, junto con varias personas, ver el juego detrás de las bardas de los jardines ya que estaba lóbrego, sin embargo decidí no hacerlo más por la policía que llegaba de sorpresa y nos hacía correr más rápido que Usain Bolt.
La afición por el boxeo fue por el gusto que mi papá tenía por este deporte (fue esparring de Julio Cesar Solis “el Schmelling yucateco) además, creo yo, por crecer en un barrio donde las diferencias se solucionaban a golpes.
En aquellas épicas jornadas sabatinas de box, con mi papá, atestigüe grandes peleas de Ruben Olivares, José Ángel “Mantequilla” Nápoles, Carlos Zárate, Antonio Zamora, Salvador Sánchez, José “Pipino” Cuevas, y obvio, del gran maestro Miguel Canto así como Gustavo “Guty” Espadas, Guadalupe “Lupe” Madera, José “Joe” Baquedano y muchísimos pugilistas mas.
En el ámbito internacional no me perdía a Cassius Clay (Mohammed Ali), Joe Frazier, George Foreman y más de repente en un programa de TV que conducía don Julio Amer, “Cita con el boxeo” me recreaba con peleas de Rocky Marciano y Sony Liston y Max Schmelling, entre muchos más. Finalmente me gustó el fútbol deporte que jugué de manera amateur y corría como venado; comencé como extremo izquierdo, luego medio campo y terminé como lateral y defensa central, además, como ya dije, fui “técnico” de un equipo llanero pero maravilloso: “Liverpool”.
Un buen día, al salir de la biblioteca central de la Universidad de Yucatán, hoy UADY, con mi entrañable amigo de juventud Enrique Marin Pech, nos sentamos en una de las bancas de concreto que hasta hoy se encuentran en la planta baja del edificio central de la UADY y mi amigo, sabedor de mis gustos por la literatura y el dibujo levantó la mirada y me dijo: “deberías estar ahí”.
Al mirar el tercero piso vi las unas siglas (XERUY) —Radio Universidad— y de inmediato me puse de pie y le dije a Enrique: “ahora regreso”. Fue la primera vez que subí las escaleras del inmueble hasta llegar a las oficinas y estudios de Radio Universidad, toque y abrió German Celis Quintal a quien expresé mi interés, este me condujo con la directora María Teresa Fernández de Ibarra —además tesorera de la casa de estudios— quien para confirmar mi interés me pidió elaborar un plan de trabajo y llevárselo al día siguiente.
De inmediato fui a mi casa y en una pequeña máquina mecánica Olivetti redacté lo que, según yo, era un plan de trabajo. Al día siguiente se lo entregué a doña Tere, quien llamó a Pedro Sanchez Escobedo, director de noticieros y le dijo: “a partir de hoy Marco Antonio estará contigo en noticieros”. Esto fue un mes de marzo de 1979.
Poco antes de cumplir un año en la radio universitaria, otro entrañable amigo, Francisco Chi Lavadores, me dijo que en Grupo Sipse buscaba un productor y conductor de noticieros de radio y sin dudar respondí que le metía. Cubrí la producción y la conducción matutina del Noticiero de la Hora de XEZ Radio 600 que dirigía Gonzalo Dominguez Soto y en ocasiones cubría eventos para TV algunas. Fue en Sipse donde recibí mi primera paga como profesional en un medio de comunicación.
Estar en Radio Universidad era amor al arte, de lunes a domingo, en los horarios que podía, incluyendo los fines de semana. Tenía incluso las llaves para abrir la puerta del edificio central de la 60 con 57 y como fantasma subía las escaleras, ingresaba a radio, prendía luces y transmisor y a darle, sin importar el tiempo y el espacio.
Mas o menos al mediodía la directora nos hablaba por teléfono y preguntaba si ya habíamos comido. Ante la negativa respuesta nos enviaba comida y refrescos de las Mil Tortas y cuando había dinero era comida del café Express, 60 con 59.
En mi próxima entrega, hablaré de mi paso por los periódicos Tribuna de Campeche (cuando abrió oficinas en Mérida), de mi paso por el Diario de Yucatan (la más productiva experiencia de mi vida) y otra muy buena experiencia en Irapuato, Guanajuato, con don Carlos Loret de Mola Mediz y su hijo Rafael Loret de Mola Vadillo.
Bueno, no los canso más. Los dejo por el momento pero prometo volver y seguir contándoles mi trayectoria periodística.
¡Sean Felices!
Estimado amigo Marco:
Me es grato poder saludarte por este medio y agradecerte por tan amena e interesante historia personal.
Son tantas y tantas las anécdotas tuyas, que a mi parecer, se merecen una novela de la Vida Real.
¿En qué escuelas primaria y secundaria estudiaste?
¿Jugabas trompo, canicas, balero o kimbomba?
Me imagino que tu infancia estuvo llena de muchas anécdotas inolvidables para ti.
¿Me permites publicar los capítulos de tus anécdotas en mi Facebook o en otras redes sociales?
¡Que sigan los éxitos!
Saludos y un fuerte abrazo fraterno.
Miguel Acuña