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El año después

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas

Ya ha pasado un año de que López Obrador tomó posesión. Para muchos, el cambio que prometió sigue estando pendiente y para otros los números que arroja este primer periodo deja mucho qué desear y más daños que beneficios.

Sin embargo, el presidente sigue siendo muy popular aunque en este rubro haya perdido también seguidores. Eso, en verdad, no importa porque un
presidente que tiene 48 mil millones de pesos para ejercer sin control más 150 mil millones del subejercicio que se realizó este 2019 serán suficientes para armar una estructura clientelar electoral que lo hará ganar en las siguientes elecciones sin importar que Morena sea un auténtico hervidero de polarización y enfrentamiento.

Más de una persona me pregunta si en verdad no veo nada positivo en la actual gestión y mi respuesta es que su proyecto de gobierno no lo conozco. En 18 años de campaña López ha cambiado de discurso para adecuarlo a sus audiencias. Todavía en la elección que ganó dijo cosas que hoy acreditan su falta de palabra: respetaré el aeropuerto, no cerraré las guarderías infantiles, no se cerrarán casas de seguridad para mujeres golpeadas, meteré en su cuartel al Ejército, sólo por citar las más socorridas.

Con una disculpa por los adjetivos, el presidente para mi es un gran farsante, como lo han sido muchos de los que lo antecedieron. Andrés Manuel no tiene proyecto de país, pero si proyecto personal que está construyendo con esa unanimidad vergonzosa en las cámaras legislativas y ahora hasta en la Suprema Corte.

Nadie que repita todos los días que es honesto lo es. Lo repite para que se le crea, pero por desgracia sus actos acreditan otra cosa.

Llama a combatir la corrupción y en su gabinete hay más de un impresentable que haría sonrojar al más cínico; dice que ya se acabó la simulación y la consulta para el aeropuerto, para el proyecto eléctrico de La Huexca y para el tren maya sin ningún rigor metodológico y a mano alzada, son una muestra de que eso es mentira.

Dijo que retiraría al ejército de las calles y ahora lo convierte en el gran constructor no sólo de Santa Lucía sino de sucursales bancarias y múltiples obras.

Las incongruencias del presidente lo llevan un día a decir cosas de las que se desdice al día siguiente.

El presidente no tiene respeto a la inteligencia de la gente ni al presupuesto ni a los recursos de todos y esa falta de respeto se traduce en los problemas con medicamentos, tratamientos de VIH, de cáncer para mujeres. Si su apuesta es por los más pobres, todo lo que ha hecho es dañarlos.

El cambio real del país no se está dando para todos. En los estados, la falta de recursos hace que gobiernos resientan recortes de recursos y tengan que elevar impuestos, derechos u otros cobros impopulares para sus habitantes y con ello se exalta el dicho presidencial de que él no aumentará impuestos, no creará otros…

Las diferencias que ofreció para la zona fronteriza tampoco son una realidad y las exenciones y beneficios implican más trámites que beneficios.

El tema que preocupa es que el aumento al salario podrá ser real, pero en la microeconomía dar ese aumento equivale a condenar al cierre a muchas mini empresas que ya hoy resienten la recesión económica y que han perdido clientes.

Dicen que aunque uno quiera ver las cosas con mentalidad positiva, la frialdad de los números siempre nos toma por sorpresa y al de la vida la fe es sólo para quienes oran, pero los resultados son para quienes comen y viven su día a día. Sin resultados no hay esfuerzo que valga.

La crítica al presidente no tiene nada que ver con su partido o con su legitimidad como ganador de los comicios del año pasado. El tema es la manera cómo está haciendo las cosas, la forma como operan los temas, los argumentos que da para la falta de resultados, la confrontación consuetudinaria.

Un presidente se postula porque no le gusta lo que hay en un país, porque él cree que su proyecto es mejor, porque él tiene la fórmula para resolver la situación. Lo que no vale es justificar su falta de resultados argumentando que le dejaron un cochinero. Eso se supone, ya lo sabía y por eso se postuló hasta en tres ocasiones.

Sin embargo, pareciera que los proyectos y las soluciones, a pesar de los años, llegaron para improvisarlas sin una estrategia, sin un plan preconcebido y, lo peor, sin tener un diagnóstico confiable.

La realidad nos acredita que el presidente merece que lo respetemos porque ganó el cargo y eso no es así. Al presidente se le respeta si lo merece y si se gana el respeto, como es con todos. Ojalá se entienda y no espere que los mexicanos sólo lo apoyemos porque ganó la elección, pero no nos acredita que sabe lo que está haciendo.

José Francisco Lopez Vargas
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