Por: Marco Cortez Navarrete.
marcocortezn@gmail.com
Ya no hablemos de quienes hemos recorrido la mitad o
más de nuestras vidas, hablemos de aquellos que aún comienzan, y aún no saben
con certeza qué les depara el futuro.
Por un lado, miles de niños sufren hoy al ver cómo o
de qué manera se han ido para siempre sus padres, madres, abuelos, abuelas,
tíos, primos, amigos, etc.
Estos niños mañana serán adolescentes y luego jóvenes
y adultos, y estoy cierto que en sus memorias permanecerá lo que hoy está
pasando en el mundo y de manera especial en su país, México, en su estado, en
sus comunidades sean grandes o pequeñas.
El mundo, mentalmente, conceptualmente, ya es otro.
¿Cómo recordarán a quienes súbitamente se fueron? de aquellos que no pudieron
abrazar y decirles adiós.
Hoy por lo pronto hablamos de más de 50 mil mexicanos
en este caso, que perdieron sus vidas, se las arrebató un virus que sigue
rondando en los estados, ciudades, zonas rurales, colonias, calles, hogares,
autobuses, centros de trabajo, etc.
Estados Unidos, la otrora gran potencia del mundo,
marca la pauta con el número de casos seguido del coloso sudamericano, Brasil,
y lamentablemente México va detrás con las cifras ya señaladas que parecen no
tener fin y tienen a la población -o a la mayoría de ella- aterrorizada,
perpleja, desconcertada.
El gobierno federal asegura que la estrategia para
combatir la epidemia es la correcta, es la adecuada, y parece no cambiará,
sobre todo porque el presidente, López Obrador, repite una y otra vez que es
líder en el combate a la pandemia no tan solo es el indicado sino el mejor.
Tristemente debo decir que las personas que nos han
dejado, en su mayoría son de edad avanzada con algún o algunos tipos de
padecimientos propios del tiempo de vida pero también hay gente que sin saber,
tiene algún tipo de morbilidad: diabetes, obesidad, hipertensión, cardiopatías,
etc, etc.
Creo que millones de mexicanos de haber sabido que el
consumo de comida chatarra o azúcares en exceso, entre otros, sería el motivo
del final de sus vida lo habrían evitado, pero si desde pequeños en las mismas
escuelas a la hora del recreo les vendían precisamente estos productos ¿cómo
iban a imaginarse este desenlace?.
Regresando al inicio, hoy quedó demostrado que nuestra
cultura está aún muy lejana de imitar a otras que aún con más rebrotes de Covid
saben muy bien qué hacer y cómo enfrentar y frenar la situación.
En México basta ver que con un solo protector, el
famoso cubrebocas, se desató una polémica que llegó hasta el mismísimo
mandatario que pese a todo y todos, se niega sistemáticamente a utilizarlo -en
eventos públicos- no por su protección, que ya dijo él y su médico, está al
cien, sino por los millones de personas que están en extrema pobreza y con
notorio desconocimiento que hacen lo que se les diga, en este caso, el
presidente quien se proclama defensor a ultranza de los más pobres y
abandonados.
Aunado a lo anterior, está el hundimiento de la
economía nacional e internacional, similar a la del Titanic, que por cierto, se
quedó para siempre en el fondo de Atlántico.
Cifras oficiales, dadas por el mismo presidente hablan
de la pérdida de un millón de empleos, cifra que si es aplicada de la misma
manera como se hace con la pandemia bien podría ser el doble o el triple.
Y de la postura del presidente, ni hablar, tiene como
filosofía hacer lo que quiere, como quiere y cuando quiere. Sin duda, pues ahí
está el ejemplo de quienes comenzaron con él y hoy simplemente han dicho “me
bajo de este barco”.
En fin, los niños, además de la atención psicológica
que deberán recibir en el corto y mediano plazos, producto del encierro, hasta
el momento de más de 150 días, deben ahora acostumbrarse a una educación en
línea y es que, no tengo duda que tengan problemas, nacieron en la generación
de las tecnologías, pero ¿los docentes? y otra cosa, ¿todos los millones de
niños, adolescentes y jóvenes tienen TV, internet, computadoras y demás
aditamentos para la educación en línea?
Para finalizar recuerdo las múltiples alusiones y
críticas del mandatario hacía los llamados conservadores y fifís, insertados en
medios de comunicación especialmente en grandes cadenas de televisión con las
que no tan solo ya se han limado asperezas sino, por fin, hecho negocios.
El presidente lo ha dicho mil veces y yo aquí lo
repito: “no tengo enemigos, tengo adversarios (políticos)”, luego entonces, y
tal como ha pasado a lo largo de la historia ante las cámaras y el pueblo son
diferentes pero en realidad forman parte del mismo sistema -no régimen como se
ha dicho-, pintado de otro color e intenciones, pero en esencia, iguales,
aunque también se diga que no.