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El Camino de la Información por Televisión

David Moreno
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Por: David moreno 

Una de las noticias que en días pasados generó mucho tráfico entre la “comentocracia” y los usuarios de las redes sociales fue la salida de Carlos Loret de Mola de Televisa. Hubo cualquier cantidad de teorías al respecto y aunque tanto el conductor como la empresa aclararon que se trató de un acuerdo tomado por las dos partes, parece que es en la información que surge de la conspiración en donde la gente se siente más satisfecha, en donde parece que encuentran la mejor de las respuestas a sus inquietudes a pesar de que tales contestaciones carecen de un sustento comprobable.

​Pero más allá de cualquier argumentación, la salida de Loret de Mola constituye una oportunidad para reflexionar sobre los noticieros de televisión, particularmente los de medios de comunicación como Televisa que se tardaron en reaccionar ante la competencia que la tecnología trajo consigo con el desarrollo de otras plataformas de información. A ello hay que añadir la crisis de credibilidad por la que atraviesan figuras como Loret de Mola, a quienes una buena parte de la población identifica con un tipo de periodismo que sirve a intereses ajenos a los que de manera natural tiene la información periodística, es decir a los de la población en general. Porque a pesar de que los medios de comunicación privados son ante todo un negocio, no hay que olvidar que son empresas que al manejar noticias deben anteponer el bien común, el interés general, al del mercado o al de las propias empresas. En muchas ocasiones, ello requiere una manejo quirúrgico de notas, artículos, reportajes, en los que al ser presentados al aire puedan reflejar un balance ético entre el servicio que estos proveen a la audiencia y los propios intereses políticos y comerciales del medio, hasta llegar a ocasiones en los que sean los primeros los que terminen inclinando la balanza a su favor.

​Entiendo que lograr lo anterior es complicado. Más en un país en el que los medios de comunicación mantienen relaciones comerciales con las entidades de gobierno para garantizar su supervivencia. Pero aún en el medio más oficialista, el periodismo puede y debe mantener un comportamiento ético en el que se privilegie el interés de la audiencia por sobre cualquier otra cosa. Si la televisión no termina de entender lo anterior, entonces los noticieros que se emiten a través de los diversos canales van a terminar hundidos en un ostracismo del que difícilmente podrán salir. El espacio informativo que ocupaba Loret de Mola ejemplifica a la perfección lo anterior, pues a pesar de contar con un formato ágil, entretenido, relajado y aparentemente ideal para el horario en el que se transmitía, la percepción que fue generando durante gran parte de su existencia al aire es que la información que se manejaba tenía propósitos muy diferentes a los del servicio público.

​Por otro lado, la evolución del lenguaje audiovisual ha creado una audiencia empíricamente más sofisticada en su comprensión. Todo noticiero de televisión debe tener en cuenta lo anterior si se propone crear un contenido influyente. El ritmo que proporciona el montaje, la locución de los reporteros, los enlaces en directo, la posición de las cámaras y los encuadres requieren también de productores y técnicos especializados en el manejo de lo audiovisual, que entiendan que una toma informativa no tiene que ser gráfica para generar un efecto de sentido en la audiencia, sino que a través de un encuadre se puede sugerir una situación lo que provoca que el espectador realice un ejercicio reflexivo sobre lo que se muestra en pantalla y por lo tanto el impacto en el mismo sea aún más contundente. Tienen también que plantear formatos ágiles, entretenidos, que mantengan el interés de un televidente cada vez menos dispuesto a pasar una hora frente a su pantalla para mirar un programa informativo.

​El camino de la información que se consume a través de la televisión tiene forzosamente que pasar por lo anterior. Hoy como en ninguna otra época, las personas tienen muchas opciones – buenas, malas e incluso falaces – para informarse. El entretenimiento televisivo ha dejado de consumirse de manera masiva por las grandes cadenas, mucho menos por los canales pequeños. Por lo tanto a la televisión como tal, lo único que le queda para garantizar su supervivencia son sus programas noticiosos. Hacer de ellos plataformas de información útil para quienes los miran se constituye en el último y más preciado recurso que tienen los canales televisivos para seguir vigentes, para seguir influyendo y para que quienes trabajan y laboran en ellos no pierdan el tesoro más preciado que poseen: su credibilidad.

David Moreno
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