Iban caminando.. Caminando por senderos dibujados en curvas y festoneados por la hojarasca ocre y amarilla del otoño de noviembre. El pianista, maravilloso, andaba con elegancia, serenidad, y saber estar..
Interpretaba temas llenos de alma. Duende y esencia. Eso se tiene o no se tiene.. y él lo tenía. Sus sones enamoraban a flamencos, fascinaban a toreros, conquistaban a escritores y músicos..
Pero este cuento no es la historia del pianista. No! Es la historia de un camino y de unos caminantes. El artista se dirigía al centro de unos jardines. Iban a entregarle un hermoso premio…
Y le acompañaban en el recorrido mujeres que se peleaban por acaparar fotos, tipos que se peleaban por aparecer a su lado.. y gente así. Detrás caminaba sin llamar en absoluto la atención un ser…
El padre del niño morantista. Buen amigo del pianista. De Morante él, también, y de Talavante. Discreto. Sencillo. Humilde. El receptor de las dudas del músico, el gran consejero…
Caminaba, como camina Morante, con ole y con algo. Sin aparentar, con cultura y con conocimientos; sin alardes, con mirada noble; sin darse importancia, con su amistad real. El pianista le sonrió!
Dedicado a Talavante y a Morante
Al padre del niño morantista, muy frecuente en mis cuentos
A las personas humildes
Al toreo
Al flamenco
A mi Luis
A la gente con arte
Y a los caminos