Por: Cristina Padín
Cuando regresó de bañarse no pudo hallar su querido y necesario
corazón. Era un niño muy especial y llevaba un corazón de madera pintado de color
azul… y era plenamente consciente de que jamás podía mojarlo…
Pero no estaba en su bolsa bajo la sombrilla.
Caminó por todo el arenal. Había un grupo de chiquillos,
vestidos todos de verde y diciendo cosas muy raras, que le causó temor… pero
pudo observarles bien y no tenían el corazón. Tampoco estaba en las rocas…
Preguntó a la mamá de la niña ciega. No lo había visto, qué pena,
pero le ofreció un abrazo tan grande que supo que tendría energía durante
horas. Tampoco la dulce anciana Aurora sabía dónde estaba..
Preguntó al tipo malhumorado. Ni respondió. Era un ególatra narcisista
que no trabajaba. Era vago y escaso en luces y hundía los negocios que
emprendía… Finalmente una gaviota le indicó una pista…
… se acercó a la barca. El viejo marinero que parecía
Chanquete conversaba con aquel señor tan elegante que siempre era sensato y
sereno. El perro del marinero, jugando, había llevado el corazón a la
barquita…
El niño lo recogió feliz. Y se dispuso a seguir la corrida
de seis toros del gran Juli.
A personas con corazón
Las gaviotas siempre tienen razón
A los M
A Manuel
Al toreo
A Juli y familia
Al color azul, tan bello
A Verano Azul
A las personas que no son ególatras y narcisistas
A Luis
A la gente sensata y serena
A los marineros
Y a las historias