Como era un niño bueno Pablo escuchaba cada noche un cuento. Se lo contaban la tía Paulina o Belén, también papá. Todos eran lectores infatigables: infancia de pan con chocolate y libros de Tom Sawyer y de Los cinco y Momo.. y tantos y más…
Y, adultos con sus aficiones y sus trabajos, transmitían de generación en generación las historias, y las leyendas, y las costumbres. Que es lo que hay que hacer, y lo que hacen las personas que conceden a lo importante la importancia que tiene…
Y en aquellos días, con sus largas noches de junio, Pablo formaba parte activa en un cuento. El cuento del toreo: le narraban las andanzas de Joselito el Gallo, y de Manolete, y de Ordóñez… de Morante, Talavante y Pablo Aguado…
Junto al capote que le había regalado un artista flamenco de corazón taurino…
Y Pablo, que a sus nueve años no lo sabía, sería padre y abuelo en alguna ocasión, y hablaría a sus hijos y nietos de Belmonte, de la muleta, de Manzanares y de Juli, de Granada en el Corpus… Y el cuento del toreo, que es la verdad, viviría para siempre.
En defensa del toreo
A Pablo..
A Belén
Y a Manuel y Marta
A los toreros mencionados y al toreo: joya de España
Al flamenco
A mi amiga Manuela
A mi querido Luis
A la verdad
Y a lo que importa..