La semana anterior ha sido
mala para el precio del oro. De hecho, la caída del martes fue la peor para un
solo día en casi tres años. El miércoles y jueves la baja volvió a pronunciarse
hasta rebotar en los 1,250 dólares (USD) la onza (oz.), un nivel de soporte
relativamente fuerte. Si se rompe, es de esperar una nueva baja hacia los 1,200
USD.
Abundan las explicaciones sobre qué tiene tan presionado al oro,
tomando en cuenta que hace una semana cerró septiembre en 1,315 USD/oz.
Por supuesto, no es uno sino de varios factores los que se han
conjuntado. Por ejemplo, no hay duda de que ventas masivas como estas sólo
pudieron ser orquestadas por grandes jugadores, tan grandes quizá como la
propia Reserva Federal (Fed) a través de importantes e influyentes bullion banks (bancos de lingotes) como JP Morgan
Chase, HSBC o Scotiabank.
Citamos a estos miembros del americano Commodity Exchange (Comex) porque los desplomes llegaron
todos, justo en el horario en que se mantuvo abierto el mercado en Nueva York y
en una semana feriada en China, el mayor consumidor mundial de oro. Pudo ser
intencional. Fuera de ese horario los movimientos fueron bastante estables. Lo
único que tienen que hacer los manipuladores es tirar el precio lo suficiente
para activar ventas automáticas que limitan las pérdidas, y así el desplome se
magnifica.
Hace mucho que la manipulación del precio del oro dejó de ser
una “teoría conspirativa”, pues ya hasta se han aplicado antes multas y
sanciones a traders e instituciones como Barclays y el
mismísimo Deutsche Bank. Este último admitió en abril pasado su culpabilidad al
llegar a un arreglo de pago de indemnizaciones a operadores que lo demandaron
-junto a otros bancos-, por manejar a su conveniencia los precios referenciales
de los metales preciosos en Londres.
Hay, primero que nada, un interés político del establishment por
impedir que el precio del oro -el dinero real frente al que miden su valor
todas las divisas-, se dispare, por lo que la manipulación no es algo que se
vaya a ir pronto.
La forma adecuada de verlo es que, cuando sube el rey de los
metales, es el valor de esas divisas el que está bajando y viceversa. Justo por
ello para los grandes poderes detrás del billete verde es vital que el oro no
se dispare. Llegará el día en que esto suceda a pesar de todo (lo forzará el
mercado) y no habrá manipulación que alcance, pues el sistema de dinero fíat estará en crisis.
Mientras tanto, la realidad es que los índices del dólar durante
la primera semana de octubre se han fortalecido ante la renovada especulación
de que la Fed, podría elevar pronto su rango objetivo de tasa de interés. Por
cierto, este aspecto no debe perderse de vista porque también afectará el
desempeño del peso, que hace unos días tocó nuevos mínimos históricos frente al
oro.
Ahora bien, noviembre se ve muy cercano y es poco probable que
el Comité de Mercado Abierto de ese banco central actúe unos días antes de las
elecciones.
Factor
electoral de Estados Unidos
La baja del oro también debemos asociarla a una menor necesidad
de refugio seguro percibida por los inversores, ante la mejor posición de
Hillary Clinton (la candidata del establishment) en las encuestas.
Como quiera, puede apostar a que, si llegara a ganar Trump, un
alza de tipos estaría garantizada en diciembre. De cualquier modo, una victoria
de Clinton también tiene altas probabilidades de una subida de tasas. En los
medios especializados predominantes se puede leer un reforzado optimismo que
parece estar preparando el terreno para ese movimiento en diciembre.
Fue muy evidente el caso del reporte de empleo de septiembre
publicado el pasado viernes, que aunque fue menor a lo esperado y el desempleo
estadounidense aumentó, fue comentado como una “buena noticia” y se interpretó
como “suficiente” para un alza de tasas.
A nuestro parecer, en cambio, la economía estadounidense tiene
signos de debilidad suficientes como para que la Fed sí suba ya los tipos, pero sólo para
cargar “municiones” y tener mayor espacio para volverlas a deprimir cuando la
próxima recesión se presente. No es cuestión de si llegará o no, sólo de
cuándo. En un escenario de crisis, el dólar podría fortalecerse aún más por ser
el “refugio” más conocido por la gente.
Como vemos, en cualquier caso, las presiones bajistas en el
precio del oro continuarán por varios frentes, que antes que debilitar, harán
fuerte al dólar. Esta es una advertencia externa adicional para el peso
mexicano, además de sus debilidades internas.
A dichas presiones bajistas súmele que en el mercado de futuros
el oro sigue en contagio (el precio del contrato activo de diciembre es superior
al precio de contado o spot) lo que significa que en términos de oferta y
demanda física del metal, hay abundancia.
En esto basamos nuestra opinión de que, aunque fuerte, esta
caída no califica como un desplome real
(todavía), pues en el pasado, auténticos descalabros han llevado al oro a
backwardattion (cuando el precio
del contrato activo de futuros es inferior al spot), señal inequívoca de un
nivel de demanda física tal, que se presenta una atípica escasez de metal
precioso físico. No hemos llegado ahí.
Lo que esto nos indica, es que allá fuera hay aún demasiadas
“manos débiles”, que ante mayores caídas en la cotización saldrán en pánico a
ofrecer su oro físico. Gran error.
Los inversores en valor se los vamos a agradecer, pues entre más
cerca estemos de 1 mil dólares la onza, más grande será la oportunidad de
compra.
En suma, se equivocan los que hablan de que el oro “pierde
brillo” cuando cae. Como cualquier inversión, lo inteligente es adquirirlo
barato, pues sus fundamentos para un alza contundente de mediano y largo plazos
-sobre todo en pesos-, son más fuertes que nunca.