Sic Sac, por: M.A. Elda Clemente Reyes
Cualquier camino que transitemos, necesita una ruta que nos señale el rumbo a seguir. Es posible llegar al destino final, sin un mapa o una brújula que nos indique la orientación, si tenemos un talento innato, sobrada experiencia o un golpe de suerte.
Los que creen en la oratoria, saben la necesidad de construir líneas discursivas eficaces y, sobre todo, realistas, no triviales y fuera de lugar. Cada vez que un político envía un mensaje, la mayoría de los receptores escuchan, pero no todos son persuadidos.
En la comunicación política, el discurso ideal debe ser perfecto y atractivo para el público. Algo que muy pocos logran porque implica ponerse en los zapatos de la gente. El principio de una buena redacción, se complementa con ingenio y tiempo suficiente, para que no sea uno más del montón.
La sencillez del lenguaje garantiza la atención. Si previamente tenemos el diseño del discurso en la mente, a quién va dirigido, el objetivo, el escenario, las ideas ordenadas y demás, estamos cerca del resultado final.
No es igual uno dirigido a la milicia, a los maestros, al pueblo, a un grupo de indigentes o a cualquier otro sector, tampoco es suficiente saber qué decir sino cómo decirlo y el tiempo para transmitirlo.
Cuando se escribe, se piensa en todo, desde los detalles generales hasta los menos visibles. De esa forma se logrará el impacto ante la audiencia y el punch que espera.
Es importante, diferenciar los mensajes que logran transferir emociones y los que son de relleno. Los mejores son los que llegan al corazón de las personas hasta engancharlos con la frase estelar, así como los que integran preguntas y respuestas necesarias para aclarar un tema en específico.
Cuando un personaje usa la misma pluma para su narrativa gubernamental, partidista y electoral, se detecta inmediatamente el estilo que utiliza y desafortunadamente se convierte en un transmisor de textos similares, aunque el entorno sea diferente. Es decir, se escuchan las mismas palabras, pero revolcadas sin mayor trascendencia y a veces cae en el aburrimiento.
Los ciudadanos debemos estar atentos a cada arenga que nos llega por cualquier medio. Desmenuzarla, analizarla y profundizar en su esencia para darle un valor. El pueblo no sabe de tecnicismos, pero sí sabe asimilar las frases que le atribuyen algún beneficio tangible que lo mueve a la acción.
El principal reto de los expertos es ofrecer un discurso creíble y convincente. El líder debe creer lo que está leyendo, plantear el problema y dar posibles soluciones. Ser capaz de transferir causas y temas a la agenda pública.
Todas las campañas son diferentes, copiar o repetir esquemas sin conocimiento del contexto es un error. Hoy en día, la actividad política es pura comunicación, mensajes por todos lados que deben ser emitidos, neutralizados o derrotados.
Para conseguir el éxito en las próximas elecciones, el discurso constituye uno de los elementos clave para transmitir las propuestas. Si la historia se enfoca en una novela, no va tener el bombazo esperado ni va a inducir a los electores.
Con todo respeto, en Campeche, se escuchan contenidos aguerridos con pasión, categóricos, pero necesitan datos duros; y, los que se escriben sobre un escritorio de oropel, florido sin sentimientos, urgido de sensibilidad.
Ojalá en las campañas, los candidatos se asesoren mejor. Los campechanos lo merecen.