Confesiones, por: Guillermo Vazquez Handall.
Cada vez que concluye la temporada de la liga mexicana de futbol, invariablemente los dueños de los equipos, los promotores y los agentes que representan a los jugadores, se enfrascan en lo que en ese deporte profesional se denomina como el mercado de piernas.
Es decir, cada seis meses los intereses económicos se imponen por encima de la lealtad a una camiseta y su afición, aquellas carreras largas que perpetuaban la participación de un jugador en un mismo equipo y que a algunos los convertía en ídolos, hoy son solo salvo muy contadas excepciones, un recuerdo de tiempos mejores.
En ese transcurso el tramite económico prepondera mas allá del sentimiento de los fieles seguidores, que en su caso no solo depende de ganar partidos o un titulo, sino del afecto que se desarrolla por una formación a la que identifican y que se convierte en una extensión de su propia familia.
El balompié es un negocio, a los propietarios hoy solo les importan los resultados y a los jugadores ganar mas y poder acceder a un equipo que se convierta en una plataforma para poder ofertarse nuevamente en seis meses.
Sin embargo el futbol es un deporte, no es un formato en el que se privilegien ideologías, donde no es obligatorio en ningún caso permanencias ni pertenencias, mucho menos afectos.
En un ejercicio analítico de analogía, aunque la comparación no sea del todo equivalente, daría la impresión que en el previo de la elección constitucional de este año, estamos inmersos en un draft, como se le llama al mercado de piernas en el futbol, pero de candidatos en vez de jugadores y de partidos en el lugar de los dueños de los equipos.
Aunque la comparación resulte odiosa, todas terminan por serlo, en este caso en la coyuntura que atravesamos, la similitud es no solo muy grande, es además muy peligrosa.
No hay un día desde que inicio este año, sin exagerar, en que no nos enteremos de protagonistas políticos que renuncian a añejas militancias o de algunos otros, los llamados chapulines, que dimiten a su participación en un partido, por segunda y hasta tercera vez.
Naturalmente eso es el resultado de no haber obtenido la candidatura deseada a un cargo de elección popular o en su defecto, esa migración es producto de un calculo de circunstancia y beneficio.
En teoría en política eso no corresponde a los valores de la integridad, la congruencia y la defensa férrea de un proyecto, lamentablemente eso conceptos ya no representan nada ni a nadie.
Por ello el planteamiento de la semejanza con lo que sucede en un deporte que ante todo es un negocio, lo que irremediablemente nos lleva a concluir que en México, la política se ha convertido en eso, una industria.
Sin embargo nunca como ahora, el numero de políticos que cambia de formación había sido tan alto y en periodos tan cortos, vamos ya ni siquiera existe un margen para la justificación al respecto.
El problema es que como el aumento ha sido desproporcionado, ya no es un argumento de discusión o peor aun de critica y descalificación, es algo que se esta volviendo tan normal, que conlleva a una desarticulación mediante la cual se hace imposible identificar a un político ya no con un partido, sino hasta con una corriente de pensamiento.
Hoy se puede ser de izquierda habiendo sido de derecha o viceversa, se puede ser de Morena, habiendo sido antes del PRI, del PAN o del PRD, sin olvidar que la gran mayoría de los perredistas antes fueron priistas.
El uruguayo Sebastián el “Loco” Abreu ha jugado en una veintena de equipos en la memoria selectiva es imposible ligarlo a uno solo, pero eso también esta pasando ya en política, el gobernador de Veracruz Miguel Ángel Yunes ha sido priista, de Nueva Alianza y hoy gobierna bajo las siglas de una coalición conformada por el PAN y el PRD
Ni que decir de Ricardo Monreal, quien materialmente ha sido miembro de todos los partidos políticos en México, PRI, Movimiento Ciudadano, PT, PRD y ahora Morena.
El recién nombrado miembro del equipo de campaña de José Antonio Meade, Javier Lozano Alarcón inicio su carrera en el Revolucionario Institucional, partido al que retorna después de su paso por Acción Nacional.
Y así podríamos seguir con una lista interminable de ejemplos, lo importante es que, la conclusión nos lleva a suponer que en muy poco tiempo la partidocracia mexicana será igual a la liga mexicana de futbol.
Que los partidos tal como los equipos contratan candidatos como si fueran jugadores, de acuerdo a su rentabilidad electoral del momento, y que si seguimos así, en muy poco tiempo no sabremos en donde juega cada quien, en términos futbolísticos, ni siquiera a que juega cada equipo.