La Revista

El entuerto español.

Guillermo Vazquez Handall
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La situación política sui generis que se vive en España no sólo es inédita desde que impera la democracia en ese país, supone una transformación de fondo que, como primer resultado, establece el fin del bipartidismo.

No se puede negar que después de la transición, de la oscuridad del franquismo a la pluralidad y la libertad, España fue capaz de dar un ejemplo de madurez democrática al mundo, mediante una vocación común orientada a la construcción de pactos entre sus fuerzas, que sirvieron para formar un eficiente modelo de gobierno y entendimiento político.

En esa misma ruta, siguiendo objetivos coincidentes, esas formaciones políticas  también supieron alinearse para generar una gran prosperidad económica en un tiempo relativamente muy corto, hoy son en contraste un ejemplo negativo.

En ese transcurso algo se descompuso. A pesar de los avances innegables, tanto en lo institucional, social y económico, el sistema político entró en una suerte de estado de comodidad, una zona de confort que privilegio corrupción y otros tantos males.

Eso no sólo generó una profunda crisis económica y hasta la inviabilidad del régimen, peor aún desilusionó profundamente a su sociedad que terminó por cansarse de su clase política dirigente corporativa y eso se reflejó de manera contundente en las urnas.

El saldo de las pasadas elecciones no sólo dejó en claro que la tendencia para limitar el bipartidismo se mantendrá en el presente y futuro. Adicionalmente generó un equilibrio de fuerzas que seguramente, sin que nadie se lo propusiera, hasta ahora ha hecho imposible la formación de gobierno.

Ante los intentos fallidos de Mariano Rajoy, del Partido Popular, todavía al frente del poder ejecutivo, tanto como de Pedro Sánchez, cabeza del Partido Socialista, de lograr consenso para formar gobierno por encargo del Rey Felipe VI, lo que se avizora en el panorama es la repetición de las elecciones generales.

De seguir las cosas en el mismo sentido, en junio de este año los españoles volverán a las urnas; sin embargo, según las últimas encuestas, el pronóstico refiere que los parámetros de votación seguirán siendo muy similares.

Según los sondeos, el Partido Popular seguirá siendo la primera fuerza, pero sin contar con mayoría para acceder a la jefatura del gobierno, lo que necesariamente impondrá de nueva cuenta la necesidad de construir alianza legislativa con otros partidos para ese propósito.

Como resultado de esas mismas mediciones, se infiere que los simpatizantes populares seguirán respaldando a su partido, pero ya no quieren a Mariano Rajoy al frente del mismo.

La permanencia de Rajoy o su eventual retirada son los factores que pueden cambiar radicalmente el panorama; si se mantiene nada habrá de pasar en positivo, ni para el Partido Popular, ni en la formación de gobierno.

Si los populares escogen a otro candidato existe una posibilidad de aumentar su perspectiva electoral y con ello, por descontando, ganar fuerza para negociar y así facilitarse el conservar el poder.

Por otro lado, el cambio significativo se observa en las formaciones que han pasado de ser emergentes a convertirse en factores reales de poder, Ciudadanos y Podemos se han hecho de más de un tercio de las preferencias sociales.

Pero derivado del proceso de negociación para la formación de gobierno, la ubicación de estas fuerzas cambiará de forma que muy seguramente Ciudadanos rebase a Podemos y se convierta en la tercera bancada del congreso español.

De hecho, el líder mejor calificado en general, precisamente derivado del análisis del comportamiento a lo largo de este entuerto, ha sido Albert Rivera, líder de Ciudadanos.

Mientras que la posición radical de Pablo Iglesias, de Podemos, le costará escaños e influencia, una primer derrota muy rápida y dolorosa, aun cuando eso no limite del todo su presencia y participación.

Por su parte, Pedro Sánchez tampoco tiene un margen de movimiento muy amplio, que digamos, si bien es cierto que ha consolidado su poder al interior del socialismo formal, también lo es que sus dos fracasos en el debate de investidura, lo limitan considerablemente.

De tal suerte que el hecho de que se lleve a cabo una nueva elección de suyo no es garantía para que se resuelvan los desencuentros; si las tendencias permanecen en los límites establecidos, ninguna fuerza tendrá la posibilidad de preponderar.

En todo caso el asunto se refiere a la incapacidad manifiesta de los líderes de los partidos para llegar a un acuerdo pragmático. Sus diferencias no son solo ideológicas, en ellas se denotan claramente ambiciones personales.

Visto así, sólo podrá establecerse una mayoría suficiente en el congreso en la combinación, es decir, en la unión de dos o hasta tres fuerzas minoritarias y el problema es que no se ve cómo eso se pueda lograr.

Mientras, el gobierno está enfocado en el aspecto electoral. Se podría decir que deliberadamente han impuesto una especie de pausa, precisamente como argumento de una estrategia electoral.

En general la situación no tiene por o para dónde mejorar; de hecho, ir a nueva elección sólo significaría prolongar y exponenciar un conflicto que podría resolverse sin necesidad de otra elección.

 

Twitter@vazquezhandall

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