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El espejo en las caravanas

Uuc-kib Espadas Ancona
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Por: Uuc-kib Espadas Ancona.

Hace poco más de un mes ingresó
a México la primera de las que al parecer ya son seis caravanas de inmigrantes,
principalmente hondureños. Ha alcanzado ya la frontera con los Estados Unidos,
en Tijuana, donde se encuentran algo más de cuatro mil de sus integrante. Con
su paso a través de México, estas mujeres y hombres, sin quererlo, han hecho a
nuestro país mostrar sus diversas actitudes frente a otras personas, en
condiciones de precariedad y hasta de emergencia.

La percepción de los extranjeros en México encuentra
algunos rasgos comunes. Su presencia, en primera instancia, pareciera ser en
principio inquietante. Se trata de desconocidos que quien sabe por qué están acá
y qué quieren lograr. Sin embargo, este sustrato común se diferencia
notablemente en sus consecuencias dependiendo de las condiciones de los
inmigrantes en cuestión. Evidentemente no reciben el mismo trato, ni por parte
de las autoridades ni de los ciudadanos comunes, los extranjeros que vienen de
distintos países, exhiben diferentes condiciones económicas y muestran colores
diversos. Como regla, las personas rosadas y de pelo amarillo recibirán un
mejor trato que los cafés y negro, aunque esto admite variaciones, dependiendo
del pasaporte que se porte. En el caso que nos ocupa, los inmigrantes hondureños
y centroamericanos en general tienen todas las agravantes para no ser bien
recibidos: se trata de gente pobre, de países aún más pobres que el nuestro, y
casi todos cafés.

Durante su tránsito, las redes sociales han dado voz a
diversas opiniones de rechazo a su presencia en México, desde las que pugnaban
por su expulsión legal inmediata, hasta las que llamaban a acciones violentas,
menudeando los comentarios despectivos, racistas y clasistas. Pese a ello, la
actitud práctica más general fue moderada y razonable. El gobierno federal y
los estatales involucrados procuraron para los auto-exiliados mínimas
condiciones de subsistencia, incluyendo alguna alimentación, techo y precario
servicios médicos. Organizaciones no gubernamentales y personas en lo
particular proporcionaron distintos tipos de apoyo y facilitaron, en alguna
medida, el paso de los centroamericanos. Los odios y fobias, en esos momentos,
se mantuvieron principalmente confinados al ciber-espacio.

En Tijuana, sin embargo, las cosas están siendo
distintas. Las expresiones de odio han salido a las calles, y gente muy diversa
insulta y amenaza con virulencia a los recién llegados. Los miedos fantasiosos
que gritan al aire son exactamente los mismo que Trump generalizó entre la
población más ignorante de su país: son violadores, ladrones, drogadictos y se
quieren quedar con nuestros trabajos.

Triste destino el de un país cuyos nacionales se identifican
con quien los desprecia, y no con sus iguales. Ingrata imagen la que el espejo
nos devuelve.

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