Cultura, por: Francisco Solís Peón
A todas las madres del rumbo que nos curaron y nos cuidaron a todos como si fuésemos sus propios hijos.
La colonia México es un híbrido urbano, nació a manera de desarrollo habitacional exclusivo y terminó convirtiéndose en el primer fraccionamiento emeritense.
El martes pasado con el auspicio de PROHISPEN, mi padre, Francisco Solís Preciat, la maestra Mercedes Loria Mendoza y un servidor, tuvimos el placer de cavilar junto a un nutrido grupo de vecinos y de vecinos nostálgicos, sobre esa y otras peculiaridades sobre una de las zonas más emblemáticas de esta ciudad.
En 1942 unos famosos constructores de apellido Tomassi lanzaron un ambicioso proyecto para que los “ricos” del centro se pasaran a vivir al norte: Un total fracaso, veamos las causas. Se consideraba demasiado lejos para una residencia y demasiado cara para una casa de campo que bien podría construirse en Itzimná por la mitad del precio.
Posteriormente, el advenimiento de la colonia Alemán donde las casas prácticamente se regalaban, dejó a la México en una suerte de limbo que hizo quebrar el proyecto original; incluso las llamadas “casas gemelas” que aún hoy pueden admirarse frente al parque y que originalmente pertenecieron a los desarrolladores, fueron adquiridas por mi abuelo paterno y por su hermana menor Mercedes.
Podemos decir que la colonia México tiene dos padres y una madre, el anexo de la hacienda Buenavista (hoy Campestre y Buenavista), el ejido de Itzimná y ese formidable hombre de empresa llamado Arturo Ponce G. Cantón. Gracias a Don Arturo, quien no solo construyó su mansión en la zona sino también la de su hija (en la manzana que hoy es gran Chapur), la colonia revivió y muchos la voltearan a ver de nuevo, ese fue el caso del entonces gobernador José González Beytia quien otorgó todas las facilidades financieras para hacer casas de lujo.
Han sido muchos los personajes que han habitado o que habitan la México, para ser plural solo mencionaré al gran filatelista y numismático don José Mena Esseff, a su hijo el cosmopolita “Pepe” Mena, Doña Miriam Echeverría al ex gobernador de triste memoria Graciliano Alpuche Pinzón y a una mezcla de sereno con policía llamado Luis Suaste.
Mi padre me contaba que cada solsticio escuchaba desde la terraza de su casa los ruidos de rituales mayas provenientes de un asentamiento irregular que hoy conocemos como la colonia Carrillo Puerto.
Entre los acontecimientos que vale la pena recordar está la quema de coches frente a la casa de un inefable jefe policiaco durante el conflicto del “Charras”, la lucha vecinal por la defensa de un árbol que hasta hoy sirve de diminuta glorieta entre la calle 15 y la avenida Líbano, sin olvidar el movimiento contra el paso deprimido.
Había un parque precioso, un diminuto centro de barrio con un minisúper “Komesa”, una escuálida carnicería, un molino de nixtamal y contra esquina una especie de panadería-miscelánea llamada “La perla”; también residencia grandes con jardines bien cuidados que contenían flores, rosas, amapolas y buganvilias de colores exóticos.
No pasaba un solo auto, tampoco el tiempo ¡Ah pero que bella era la vida!