Por Francisco Solís Peón.
Veo en La Revista la efigie, que no la foto, de Efraín Calderón Lara conocido por el imaginario popular como “El charras”.
Mucho se ha dicho de él pero poco se ha documentado, todo gira en torno a la leyenda, claro, era una época en la cual todavía las personas podían darse el lujo de soñar.
De alguna u otra forma la figura del “charras” reivindicaba viejas causas de un Yucatán que nunca existió más que en el discurso oficial; el Mayab de Carrillo Puerto poco o nada tiene que ver con Calderón Lara, salvo que ambos se quedaron en una utopía mal entendida.
Me explico, (y sin quitarle mérito a alguien que creía en lo que pensaba y que siempre actuó en consecuencia) mientras que en el caso del motuleño se intentaba poner en práctica una filosofía de vida inédita en nuestro continente, el “charras” en cambio fue producto de meras circunstancias y eso sí, de una ciudad que luchaba contra su propio destino.
Pero vayamos a los hechos más allá de interpretaciones meramente personales:
Efraín Calderón Lara hizo sus pininos en la política cuando intentó ser presidente de la sociedad de alumnos del Colegio Americano, fue apabullado, posteriormente compitió para la presidencia de Derecho de la Uady y corrió la misma suerte (por cierto el vencedor de esa contienda fue un tipo de apellido Zapata que por más de una década sumergió a la prepa 1 en el oscurantismo).
En ese entonces se estilaba ser agrarista o en su defecto sindicalista y en este último rubro el “charras” dicen que era bastante exitoso aunque nunca olvidó sus aspiraciones políticas.
Después de las abominables elecciones de 1969 el entonces presidente del congreso local y líder de los conductores de los camiones, profirió una frase que sellaría la suerte de muchos: “Y pensar que tengo el poder para anular estos comicios”. Por supuesto que un ser acomplejado y rencoroso como Carlos Loret de Mola (me niego a escribir su segundo apellido junto a su nombre) no lo iba a pasar por alto y visualizó en el “charras” el instrumento ideal para acabar con la fuerza de los trabajadores de la Unión y la Alianza de camioneros y de paso cooptar a los concesionarios.
Pero Loret nunca calculó el tezón y las convicciones reales de Efraín Calderón Lara, se fueron sumando alarifes, albañiles, un sector de los electricistas y varias organizaciones sociales de “izquierda”. Sin proponérselo el “charras había creado todo un movimiento social”.
Un medio día de febrero de 1974 Efraín Calderón Lara sale de la empresa constructora CUALSA (opositora al gobierno como la que más) y nunca se le volvió a ver con vida.
Hasta aquí los hechos, lo demás entra en el terreno de la especulación, creo en la justicia histórica y si el culpable fue Loret, el agiotista Carlos Bolio o a los policías “se les paso la mano” ya importa menos que el tamaño de la leyenda.
Todos los yucatecos somos románticos por naturaleza pero creo que el “charras” lo fue más…
Y no solo por ser yucateco.