La Revista

El mundo helénico

Francisco Solís Peón
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Por: Francisco Solís Peón.

Ya de vuelta después de unas gélidas y forzadas vacaciones. Espero sinceramente que durante las fiestas los amantes de la literatura se hayan re encontrado con los clásicos de la época invernal, a saber: Los hermanos Grim, Perrault, Lafontaine y por supuesto con Charles Dickens y su inmejorable “Cuento de Navidad” (1).

La primera semana de febrero siempre es buena para recuperar nuestro instinto pagano dejando atrás toda la escenografía religiosa que nos legaron los últimos mil años. Para ello nos remontaremos a la cuna que dio origen a la cultura occidental, la Grecia clásica. Casi todas las artes y las ciencias útiles nos fueron dadas por los antiguos griegos: La astronomía, las matemáticas, la ingeniería, la arquitectura, la literatura, sin olvidar el que fue tal vez su mayor legado, la filosofía.

Incluso el lenguaje científico moderno está compuesto mayoritariamente por palabras griegas.

Sin embargo, lo primero que exportó Grecia fueron sus historias, principalmente a Asia menor, el norte de África y luego España, de ahí al resto del mundo no Oriental.

El pueblo romano conquistó Grecia unos 150 años A.C. y retomaron su cultura (más bien la absorbieron), en el caso de las leyendas sintieron la necesidad de imprimirles un sello personal para que pasaran por suyas; así Zeus se convirtió en Júpiter, Hera en Juno, Atenea en Minerva, Ares en Marte, Afrodita en Venus Hades en Plutón, Poseidón en Neptuno, Dionisios en Baco, Hefesto en Vulcano, Hermes en Mercurio y así la lista es interminable, pero la narrativa permaneció intacta, solo cambió de idioma.

Basta con ver la nomenclatura de nuestra astrología para que literalmente del cielo, nos caiga todo el peso cultural de la mitología griega.

Probablemente el mejor libro sobre el tema lo escribió el poeta inglés Robert Graves titulado “Dioses y Héroes de la antigua Grecia” (2). De fácil lectura este genial Bardo de Wimbledon nos narra en XXVII capítulos breves pero compactamente interesantes, las penurias y los amores de los inmortales que tienen por mala costumbre convivir demasiado con la raza humana.

Tal vez para la gente demasiado adentrada en el cristianismo podría parecer chocante (aún en nuestros días) la existencia de dioses con las mismas apetencias y debilidades que los humanos; vamos a ponerlo así: “Son deidades de telenovela” que a pesar de sus 2500 años de añejamiento, protagonizan historias que no pierden pizca de actualidad.

Y es que siempre habrá promiscuos, adúlteros, viciosos, malvados y hasta buenos y gallardos en la vida del hombre. Mientras sobreviva la naturaleza humana la mitología griega mantendrá incólume su inmortalidad.

(1).- Londres, 1843.
(2).- Londres 1955, Ediciones de la Biblioteca Británica.

Francisco Solís Peón
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