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El neoliberalismo al banquillo de los acusados

José Zenteno Dávila
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Por. José Zenteno

Hagamos algo divertido, algo que ponga contentos a los militantes y simpatizantes de la Cuarta Transformación. Pongamos en el banquillo de los acusados al enemigo público número uno del populismo de izquierda, al menos para documentar el discurso con razones que sustituyan los gritos y las ocurrencias.

Comencemos por presentar al liberalismo y luego intentaremos definir qué es el neoliberalismo. Será un intento que seguramente dejará insatisfechos a muchos pero servirá como punto de partida. Después hagamos un recorrido de lo malo, lo feo y lo bueno que nos dejó el neoliberalismo.

El liberalismo es una doctrina política que defiende la libertad de los individuos frente al poder. Los primeros liberales se opusieron al poder autoritario de la iglesia y de los monarcas europeos. Lucharon en contra el oscurantismo medieval y luego contra el poder autocrático de los reyes. Conceptos como el de Estado de Derecho, división de poderes, laicismo, igualdad ante la Ley, derechos humanos, democracia, economía de mercado, propiedad privada, entre muchos otros, son conquistas del movimiento liberal. El Estado moderno fundado en una sociedad de ciudadanos libres y con derechos (frente a las sociedades de súbditos de otros tiempos) es la contribución histórica más importante del liberalismo.
El término “neoliberalismo” hace referencia al nuevo liberalismo o para ser más precisos, al nuevo movimiento liberal ¿Qué significa eso? ¿Qué tiene de nuevo o qué lo hace diferente al anterior liberalismo? La mayoría coincide en señalar que el neoliberalismo es la expresión más radical del liberalismo económico, la que lleva al extremo las libertades del sector privado, promueve la reducción de las funciones del Estado y conduce a una cultura individualista y utilitarista, en perjuicio del sector social y con la complacencia del poder político. El poder dominante en el neoliberalismo es el económico.

El modelo de economía abierta o neoliberal reduce la participación del Estado de la economía y abre las fronteras al intercambio comercial con el mundo. Parte de suponer que las empresas son agentes económicos cuyas decisiones racionales conllevan a la eficiencia, ya que su interés es maximizar sus utilidades mediante la reducción de costos. Es así que las empresas, sin importar su nacionalidad, habrían de transferir a la sociedad los beneficios de su eficiencia mediante menores precios y mayor calidad de productos y servicios. La promesa social del modelo neoliberal consiste en que toda la población habrá de recibir parte de la riqueza generada, mediante la derrama de recursos en toda la economía (trickle-down effect o efecto por goteo), ya que la vocación del capital es generar más riqueza de la que tarde o temprano toda la población se beneficia.
Ahora analicemos lo malo, lo bueno y lo feo del neoliberalismo.

Lo malo. Con la liberalización de la economía mexicana desde la década de los ochenta y la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el gobierno hizo importantes promesas:

• Generar crecimiento económico alto y sostenido que llevaría a la disminución de la pobreza;

• Que las privatizaciones mejorarían la calidad de bienes y servicios y se reducirían los precios;

• Se atraerían inversiones nacionales y extranjeras directas que contribuirían a la generación de empleos y a aumentar las exportaciones.
El crecimiento económico alto y sostenido no ha ocurrido, la pobreza no se reduce, los precios de muchos bienes y servicios son similares a los del mundo desarrollado y la economía no ha sido capaz de generar los empleos necesarios para satisfacer la demanda de millones de jóvenes que cada año exigen oportunidades. Por otro lado, la desigualdad salarial ha crecido y no se equiparó con el nivel de los salarios estadounidenses.

Haberle concedido demasiadas libertades al capital privado y permitir que la lógica capitalista se extendiera a todas las actividades económicas ocasionó que los ricos incrementaran su riqueza y que los pobres no pudieran dejar de serlo. La concentración del ingreso es quizá el signo distintivo de esta etapa de la historia de la humanidad. La teoría de la distribución por goteo fracasó de forma estrepitosa. Después de 30 o 40 años de neoliberalismo quedó demostrado que sin la intervención del Estado los beneficios del crecimiento suelen quedarse en los estratos más altos de la pirámide social.

Lo bueno. La economía mexicana se diversificó al punto que el presupuesto público dejó de depender de los ingresos por la venta de petróleo. La actividad industrial y de servicios ha crecido en forma significativa. El turismo por ejemplo es una industria dinámica que cada año genera importantes ingresos al país. Las empresas mexicanas mejoraron sus capacidades y ahora compiten en todos los mercados del mundo desde Norteamérica, hasta Europa, Asia y América del Sur. El neoliberalismo heredó una notable capacidad productiva a nuestra economía, en términos generales los mexicanos de hoy somos más capaces de producir y competir que las generaciones pasadas.

Lo feo. La lógica que subyace a la formación de capital se convirtió en cultura y deshumanizó las relaciones entre los mexicanos. Hemos aceptado que nada es más importante que la maximización de utilidades económicas. Esa lógica utilitarista se ha convertido en un egoísmo extremo que corroe nuestros principios y valores sociales. Las manifestaciones de solidaridad colectiva solo se presentan cuando nos azotan catástrofes naturales como terremotos o huracanes. En la vida cotidiana los mexicanos somos cada vez más egoístas, estamos más aislados y dedicamos mucho tiempo producir dinero. Ya no convivimos ni compartimos, lo que ha debilitado a la familia, la vida comunitaria y el tejido social en su conjunto. El dinero ha adquirido más valor que la dignidad o la propia vida humana y eso es consecuencia de que la lógica utilitarista se convirtió en parte de nuestra cultura. Esa es quizá la peor herencia del neoliberalismo.

El reto del presidente López Obrador es cambiar lo malo y lo feo del neoliberalismo sin afectar lo bueno. La tarea se anticipa bastante compleja. Quizás él y su equipo deban de pensar en construir un país y no en reconstruir un modelo como el del desarrollo estabilizador. Lo que funcionó a mediados del siglo pasado seguramente fracasará en el México de hoy. Eso será motivo de otras discusiones que pronto habremos de tener.

José Zenteno Dávila
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