Su Santidad el Papa Francisco se dio tiempo para enviarle a un matrimonio de Brasil una felicitación por el bautizo de sus tres hijos y les deseó “La abundancia de las gracias divinas, para que vivan constante y fielmente la condición de cristianos”; además les mandó una fotografía suya autografiada.
Imagino la felicidad de cualquier matrimonio cuando un Romano Pontífice tiene ese gesto y delicadeza de enviarle bendiciones para toda la familia, núcleo y cimiento de cualquier sociedad, símbolo de una iglesia viva por la que Cristo Nuestro Señor se entregó hasta la muerte y le dejó un legado claro y conciso: amaos los unos a los otros, como yo os he amado.
No dijo el Señor: selecciona a quien ames, procura que comparta tus gustos y tus creencias, ve que sea igual a ti, júzgalo primero y si lo consideras adecuado ámalo. Cierra las puertas de tu casa y de corazón a las prostitutas como María Magdalena, a los homosexuales… no, El dijo y muy claro: amaos los unos a los otros. Así de estricto, así de sencillo.
Y el Papa Francisco, continuador de esa misión, representante de Cristo en la tierra, aprendió la lección y no hace distingos. Podrá quizá no estar de acuerdo con posturas, maneras o prácticas, pero ama a su iglesia por igual y, como el Buen Pastor, es capaz de dejar a todo su rebaño por ir tras la oveja perdida… no juzga ni condena, sólo ama.
Y mientras los católicos más recalcitrantes se rasgan las vestiduras y condenan a los homosexuales, mientras se dicen afectados por los matrimonios entre personas del mismo sexo, como si fueran del demonio, y no quieren oir siquiera, porque esto sí que es aberrante, que puede darse la adopción entre esas parejas gays o lesbianas….. sale Francisco y los bendice, los felicita y les manda su fotografía autografiada.
Ya antes este Papa moderno y revolucionario había dejado muy claro que Él no sería quien condene a los homosexuales, aunque también precisó que la Iglesia Católica era ajena a los matrimonios igualitarios. Una cosa es no compartir y otra muy diferente condenar o ser irrespetuosos.
En lo personal creo que Francisco ha abierto las puertas del Vaticano a todos, católicos, protestantes, creyentes o ateos, machos o no, todos somos hermanos en Cristo y con su ejemplo seremos la gran familia, núcleo y sustento de la sociedad, sin la cual nada es posible.